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¿Por qué Colombia está rogando un milagro para ir a Catar?


La situación de la Selección Colombia es crítica. El próximo martes debe ganarle a Venezuela, de visitante, en el último partido de las eliminatorias y rogar para que Perú pierda o empate, de local, ante un ya sin opciones Paraguay. Como se ve, las posibilidades de ir al mundial de Catar-2022 son muy complicadas.

¿Qué pasó? ¿Cómo llegamos a estas instancias? Hay varias explicaciones. De un lado, cuando la cabeza de las organizaciones no anda bien, es muy difícil que el resto sí lo haga.

En la Federación Colombiana de Fútbol estos años han tenido que aguantar varios embates y problemas: el escándalo de la reventa de boletas, la multa que tuvieron que pagar a la Superintendencia de Industria por la sanción impuesta, la salida del técnico Carlos Queiroz, la llegada de Reinaldo Rueda… Mejor dicho, no ha habido estabilidad en la cúpula del balompié local.

Si bien los directivos contrataron a ambos técnicos para que, al menos, en lo futbolístico mantuvieran la estabilidad, desgraciadamente no lo lograron. Ninguno de los dos entrenadores.

En el caso de Queiroz, el técnico portugués llegó precedido de un conflicto de intereses entre los directivos de la Federación y empresarios. Superada esta situación, comenzó un proceso deportivo en donde hubo muchas dudas desde el principio.

Queiroz venía de dirigir equipos en el Medio Oriente, en países en donde las grandes estrellas de los equipos no existen. Esto es importante mencionarlo porque él siempre tuvo problemas manejando los egos de los jugadores. Por eso salió de Portugal. En Colombia, los convocados le rindieron hasta que desde las altas esferas del poder del fútbol dieron la orden y, entonces, algunos decidieron no jugar como debían.


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Acá hay que dejar clara una cosa: el agua sucia toda se la han tirado a James Rodríguez y si bien todo aquel que haya vestido la camiseta de la selección en los últimos años tiene responsabilidad, no debería ser él quien pague por los platos rotos. Como tampoco Falcao. Al final, si se revisa, son de los jugadores que menos minutos han tenido en los procesos Queiroz y Rueda.

Tras la salida del portugués llamaron a un hombre resistido por la afición: Reinaldo Rueda. Los directivos pusieron todas sus esperanzas en el valluno. Sin embargo, duró realmente muy poco el apoyo al técnico, pues a pesar de tener una Copa América decente sobre el papel, en lo futbolístico no convenció nunca.

La gestión de Rueda al frente de Colombia comenzó mal. Primero en Chile ya no lo querían pero no tenían con qué pagarle la salida. Llegó la Federación colombiana y les hizo un favor al llevárselo.

Cuando aterrizó en el equipo nacional encontró un proyecto a medio hacer y frente al cual no supo transmitir su idea futbolística desde un principio. Decir que los jugadores no le creyeron sería ahondar en un tema que no se sabe. Lo único que se puede decir es que lo que se mostró en el campo de juego fue desorganización y falta de goles.

La sequía anotadora fue una constante desde la llegada de Rueda y no es que sea completamente culpa de él. A fin de cuentas, el problema es que los jugadores no supieron interpretar lo que quería el entrenador. O, más bien, supieron interpretar el fútbol miedoso, timorato y defensivo de Rueda, como dijo el capitán Falcao García: siempre el técnico les pidió sacar el arco en cero, priorizando el fútbol defensivo al ofensivo.

Falta de jerarquía

Ante la ausencia obligada del histórico capitán de la selección (Falcao) se esperaba que James, el heredero natural del liderazgo, asumiera su puesto. Sin embargo, los técnicos decidieron algo distinto: escogieron a David Ospina como capitán. Luego James dejó de ser convocado por diferentes motivos (sobre todo lesiones) y se esperaba, entonces, que Juan Guillermo Cuadrado se echara el equipo al hombro, algo que muchos llevan esperando 10 años pero no ha sucedido.

La elección de capitán fue un error. Ospina puede ser un líder positivo, puede tener injerencia en los compañeros, pero la realidad es que el capitán tiene que estar en el campo de juego, cercano al árbitro, que le pueda hablar sin necesidad de recorrer todo el campo para protestar una mala decisión. Al arquero este punto particularmente le queda difícil.

En el caso de Cuadrado nadie podrá dudar de sus habilidades con el balón, de sus gambetas y florituras. Pero tampoco de sus quejas constantes porque no le cobran faltas que él se inventa, aunque ante Bolivia, el jueves pasado, cada que le pegaron se levantó como un resorte a buscar la pelota. Si hubiera sido así desde el principio de la eliminatoria, otra sería la historia seguramente. Pero ya es muy tarde para llover sobre mojado.

La realidad es que nos faltaron jugadores con jerarquía. Contra Bolivia volvimos a ver a un James empoderado de la 10; a un Luis Díaz al que se le pedía mayor personalidad para decir “aquí estoy yo, el de mejor presente y el de más futuro”. Sí lo hizo frente a Bolivia. Ese es un buen comienzo para pensar en lo que será la próxima eliminatoria. Claro, esto no significa olvidarse de la actual, pero como todo en la vida: hay que empezar a pensar en el mañana y no solamente en el hoy.

El futuro

El futuro inmediato es el martes. El partido contra Venezuela, en Puerto Ordaz, más allá de un encuentro de fútbol será un desafío psicológico y de honor. Honor porque seguramente José Pekerman querrá cobrarles a los directivos de la Federación todo lo que le hicieron. Y sabe que la mejor manera de hacerlo es en el campo de juego. Y psicológico, porque los nuestros tendrán que demostrar jerarquía y fortaleza para saber aguantar las condiciones adversas y, sobre todo, no dejarse ganar de la presión que significa saber que depende de este partido y de otro resultado el poder llegar al mundial.

Sí, a Catar se puede llegar por repechaje, pero para ello hay que tener más claridad en el juego, el técnico tiene que saber utilizar a los jugadores y la directiva debería tener mayor estabilidad.

 

Fuente: El Nuevo Siglo