Según el último informe mundial sobre la desigualdad del World Inequality Lab (WID.world), el 10% más rico de la población recibe poco más de la mitad de los flujos de renta anuales, mientras que la mitad más pobre recibe apenas uno de cada diez pesos. La distribución del patrimonio, que es un stock acumulado, es aún más desigual: El grupo más rico concentra 65% de la riqueza total, mientras que la mitad más pobre apenas posee un 4%.
(Los desafíos actuales en materia de políticas económicas y sociales).
En el caso de la tierra con vocación agrícola la situación es aún más extrema. De las más de 70 millones de hectáreas censadas por el Dane, el 61% se concentra en el 0,2% de los propietarios; entre tanto, el 3% de los terrenos le pertenece al 74% de los propietarios.
Un desequilibrio similar se ve reflejado en la huella medioambiental anual. En promedio, un integrante del 10% más rico emite anualmente cerca de 14 toneladas de gases carbono-equivalente. Un individuo de la mitad más pobre emite apenas 2 toneladas anuales. Las desigualdades de género también son una tarea pendiente para el país, pues las mujeres perciben tan sólo 37% del total de los ingresos laborales.
¡Este panorama clasifica a Colombia como una de las sociedades más desiguales del mundo!
CRECIMIENTO ECONÓMICO Y DESIGUALDAD
Algunos consideran que estos niveles de desigualdad son naturales e inevitables, ya que serían necesarios para el funcionamiento del sistema económico. Sin embargo, la evidencia histórica sugiere que los países más prósperos son aquellos que han logrado redistribuir los ingresos, ya sea con transferencias directas, implementando sistemas de seguridad social o aumentando el gasto público en educación y salud.
Basta revisar la historia para observar que el nivel de desigualdad de un país es una decisión política y que una mayor redistribución no compromete necesariamente su crecimiento económico. En Estados Unidos, la tasa más alta del impuesto a la renta era de 82% en promedio entre las décadas de los 30’s y 80’s, llegando a 91 % durante la Segunda Guerra Mundial y 70% cuando Reagan llegó al poder.
(‘Colombia es el segundo país más desigual en Latinoamérica’).
El aumento de la tributación aplicada a los privados permitió una redistribución de recursos de uso hacia el sector público para, entre otras cosas, invertir en educación. Como resultado de esas políticas, en 1970 nueve de cada diez jóvenes americanos tenían completada su educación secundaria, mientras que en Europa solamente dos de cada diez jóvenes contaban con secundaria.
Estas políticas redistributivas no destruyeron al capitalismo americano, por el contrario, coincidieron con una era de prosperidad inédita, con bajos niveles de desigualdad y un nivel de productividad que llegó a ser dos veces más alto que en Europa.
Durante siglos el mundo ha presenciado movimientos sociales que han promovido reformas hacia una mayor igualdad entre los individuos. En países como Alemania, Francia o Suecia el gasto social ha aumentado progresivamente, alcanzando un gasto social público cercano a 30% del PIB. Tal es la inversión que han tenido los Estados de bienestar en estos países, que han logrado ofrecer bienes y servicios públicos de calidad a su población.
REDUCIR LA DESIGUALDAD
Si bien no existe una fórmula perfecta para atender todos los problemas de Colombia, no cabe duda que los esfuerzos para reducir la desigualdad han sido insuficientes. El gasto social público se limita a 13% del PIB y la recaudación del impuesto a la renta pesa menos proporcionalmente sobre los individuos más ricos que sobre el resto de la población.
(Casi el 40 % de los bogotanos se consideran pobres, según encuesta).
Existe consenso sobre algunas medidas para mejorar la distribución nacional. (1) Un desmonte progresivo de las exenciones fiscales que benefician principalmente a grandes contribuyentes; (2) un impuesto progresivo al patrimonio total neto; (3) la actualización de avalúos catastrales, considerando el uso y vocación del suelo; (4) en el largo plazo, un sistema universal de educación y salud pública de calidad para promover la movilidad social y la innovación. Un requisito esencial al objetivo es la transparencia y libre acceso a datos sobre la distribución del ingreso y del patrimonio. Destacan, por ejemplo, los registros de declaraciones fiscales, cuya restricción compromete la precisión de las estimaciones.
La popularidad electoral de Gabriel Boric en Chile y de Lula Da Silva en Brasil, se debe en gran parte a que ambos han logrado dar voz al descontento social y promover soluciones razonables a la extrema desigualdad. La crudeza de las cifras en Colombia, reflejada en la informalidad, miseria, indigencia e inseguridad, ya ha encendido algunas alarmas expresadas a través de las violentas protestas sociales en 2021.
Las próximas elecciones son la oportunidad para que los colombianos, al igual que sus vecinos, expresen sus legítimas aspiraciones, esta vez en las urnas.
THOMAS PIKETTY
Economista
Fuente: Portafolio