“Nunca vi esto antes”, se lamentó Carlos Perdigao, de 76 años. Este portugués va a menudo a pescar al río Zêzere, en cuyo cauce se ven hoy importantes franjas de tierra cuarteada debido a la sequía que castiga a la península ibérica este invierno.
Ante él, las ruinas de Vilar, un antiguo pueblo de piedra que fue tragado por el río tras la construcción de un gran pantano hace cerca de 70 años, han emergido desde hace varias semanas debido al bajo nivel de las aguas.
Los habitantes contemplan el bajo caudal del Zêzere, que serpentea por montañas cubiertas de eucaliptos y mimosas en esta región del centro de Portugal, y lo sienten como una amenaza. La zona ya se vio castigada por unos graves incendios en 2017, que dejaron más de un centenar de muertos.
España y Portugal se ven golpeados este invierno por una aridez extrema debido a la falta de lluvias en enero, que fue el segundo enero más seco desde el año 2000 en la península ibérica, según las agencias meteorológicas de los dos países.
Esta sequía es excepcional “por su intensidad, su amplitud y su duración”, indicó Ricardo Deus, climatólogo del Instituto Portugués del Mar y la Atmósfera (IPMA).
En España, “en enero, llovió una cuarta parte de lo que tendría que haber llovido en este periodo”, explicó Rubén del Campo, portavoz del Aemet, la agencia meteorológica española, a la Afptv.
Agricultores y ganaderos
Esta situación inhabitual ya llevó al gobierno portugués a tomar medidas de emergencia. En un país donde un 30% de la energía que se consume es de origen hidráulico, las autoridades se vieron obligadas a principios de febrero a anunciar la suspensión de la producción hidroeléctrica en cinco represas para “preservar los volúmenes necesarios para el suministro público”.
Al otro lado de la frontera, el ministro de Agricultura español, Luis Planas, manifestó el miércoles su “preocupación” y aseguró que el gobierno tomará “las medidas necesarias en función de cómo evolucione la situación”.
Los niveles de las reservas de agua, indispensables para la agricultura, se sitúan en este momento en menos del 45% de su capacidad en España, según cifras oficiales. Las regiones más afectadas son Andalucía (sur) y Cataluña (noreste).
Esta falta de precipitaciones alerta a los agricultores y ganaderos de los dos países.
“¡Miren! La hierba no crece y no habrá alimento para el ganado”, muestra, desesperado, Antonio Estevao, un productor de queso que posee unas 30 cabras en Portela do Fojo Machio, un pueblo cercano a Pampilhosa da Serra, en el centro de Portugal. “Si no llueve pronto va a ser complicado”, suspira el hombre.
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“Esto es una catástrofe”, resumió Henrique Fernandes Marques, alcalde del pueblo, lamentando también que la sequía afectará negativamente los esfuerzos de la región por atraer turistas.
No hay mejora pronto
La alternancia entre años de sequía y años de lluvia es algo normal en el sur de Europa, pero “últimamente se observa un porcentaje de años lluviosos inferior”, dijo Filipe Duarte Santos, investigador de la facultad de Ciencias de la universidad de Lisboa y experto en medio ambiente, achacando esta situación al calentamiento global.
Estas sequías “son una de las consecuencias más graves del cambio climático”, explicó. Según él, “mientras no se reduzcan de manera importante las emisiones globales de gases con efecto invernadero, el problema seguirá”.
Con el calentamiento del planeta, la intensidad y frecuencia de los episodios de sequía, que amenazan a la seguridad alimentaria de la población, corren el riesgo de aumentar, aunque el mundo logre limitar el aumento de las temperaturas a +1,5 °C con respecto a la era preindustrial.
No se espera que la situación mejore en los próximos días en España y Portugal, donde las previsiones meteorológicas muestran precipitaciones por debajo de las medias que se esperan en este periodo del año.
El gobierno portugués anunció el jueves que va a fortalecer su cooperación con España para luchar contra la sequía en la península.
Fuente: El Nuevo Siglo