A más de dos años de la pandemia global del coronavirus, que ha infectado a 390 millones de personas, son más las dudas que las certezas en torno al mismo no sólo entorno a su origen y transmisión al humano, sino también sobre sus secuelas, al igual que sobre la prolongada permanencia que ha registrado en algunos pacientes.
Estos dos últimos, el primero bautizado como ‘covid largo’ y el otro referenciado como positivo prolongado son de los aspectos más desconocidos de la pandemia.
Generalmente quienes adquirieron y superaron el coronavirus, en cualquiera de sus variantes, se recuperan por completo en unas semanas. Sin embargo, hay miles de personas que inclusive habiendo tenido versiones leves de la enfermedad padecen durante meses los síntomas de la misma y que pueden ir desde fatiga o dificultad para respirar hasta graves daños en pulmones, corazón y cerebro.
Ese ‘covid largo’, también llamado síndrome poscovid es otro motivo de preocupación tanto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como del ‘ejército’ de investigadores y científicos que llevan los últimos dos años dedicados a seguir a el coronavirus descubierto en la ciudad china de Wuhan.
Recientemente Janet Diaz, jefa del equipo de respuesta clínica al covid-19 de la agencia de la ONU, informó que se han registrado más de 200 síntomas, incluyendo dolor en el pecho, hormigueos, erupciones y caída del pelo.
Agregó que no se puede determinar el tiempo que padecerán tales secuelas, distintas investigaciones han señalado que puede ser hasta por seis meses.
A pesar de la incertidumbre y la dificultad para definirlo científicamente, las investigaciones avanzan y esta semana se conocieron nuevos estudios.
¿Cuáles son las causas?
El covid de larga duración se caracteriza por la persistencia de síntomas como cansancio, falta de aliento o pérdida de olfato, varios meses después de haber sufrido el contagio de covid-19.
Una definición vaga, que provoca agudas polémicas científicas.
¿Hay un solo covid de larga duración, o diferentes patologías de origen variado? ¿Hay causas psicológicas o simplemente fisiológicas?
Varios estudios recientes apuntan a esta segunda pista. Uno de ellos fue publicado a finales de enero, en la revista Cell. El estudio puso al descubierto síntomas compartidos por centenares de pacientes que sufrían de covid de largo alcance.
Todos ellos presentaban con frecuencia un alto nivel de autoanticuerpos, es decir, anticuerpos que en un momento dado invierten su función y luchan contra el propio organismo.
Otro elemento detectado a menudo es la presencia previa en la sangre del virus de Epstein-Barr, uno de los causantes de la mononucleosis.
Otro estudio, publicado en la revista Gut y realizado en Hong Kong a partir de centenares de pacientes, mostró síntomas de covid de larga duración asociados a una perturbación duradera del equilibrio microbiano en el intestino.
Todos estos estudios representan pistas prometedoras, pero deben ser tomados con precaución: el número de personas examinadas sigue siendo demasiado bajo y serán necesarios otros estudios para confirmar esas conclusiones, y para establecer el mecanismo directo de causa y efecto.
En el estudio de Hong Kong, en particular, es posible que las víctimas de covid de larga duración cambiaran de régimen alimentario a causa de su debilidad, lo que a su vez modificó su flora intestinal, y no al contrario.
¿Vacunados, mejor protegidos?
¿Las vacunas anticovid protegen de los efectos de largo plazo de la enfermedad? La respuesta no es fácil.
Las vacunas evitan las consecuencias graves de la enfermedad, las que dejan más secuelas.
Pero muchos pacientes señalan también síntomas duraderos tras sufrir levemente la enfermedad. Y las vacunas, con el tiempo, pierden eficacia contra esas manifestaciones leves del covid-19.
Un estudio israelí publicado a finales de enero, a partir de un millar de casos positivos de covid entre 2020 y 2021, ofrece señales de esperanza.
Los pacientes previamente vacunados no presentaron más síntomas duraderos que los miembros de un grupo de control (que no han sido diagnosticados con covid). En cambio, la frecuencia era muy superior entre los enfermos no vacunados.
Este estudio no ha sido examinado de forma independiente y por lo tanto es provisional. Pero va en la misma dirección que un estudio precedente de la misma naturaleza, realizado en el Reino Unido y publicado a finales de 2021, en la revista Lancet Infectious Disease.
Riesgos de los niños
De todos los debates generados por el covid de larga duración, es el más delicado.
Los niños presentan, por el momento, pocos riesgos de desarrollar una forma grave de covid. Pero si se demuestra que corren un riesgo elevado de covid-19 de larga duración, ello podría hacer cambiar los puntos de vista sobre su vacunación.
Un estudio publicado en enero por la revista European Journal Pediatrics, a partir de los datos de decenas de miles de hogares daneses, parece tranquilizador.
Los investigadores compararon los síntomas a lo largo de varios meses de dos grupos de niños. El primero estaba conformado por menores que dieron positivo, el otro, por lo que no habían sido infectados. El objetivo era comprobar la existencia y la frecuencia de síntomas específicamente relacionados con las secuelas del covid.
“El covid de larga duración es inhabitual entre los niños y en general no dura”, concluye este estudio, que revela que menos del 1% de los niños que sufrieron covid desarrollan síntomas duraderos.
Positivo durante 232 días
De otra parte, los investigadores tampoco han podido detectar porque se dan los casos de personas que durante meses dan positivo al covid.
El más recientemente documentado por investigadores del Instituto Pasteur (Francia), la Universidad de Sao Paulo y la Fundación Oswaldo Cruz (Brasil) es el de un hombre de 38 años que dio positivo a covid durante 232 días.
“De los 38 casos que rastreamos, dos hombres y una mujer fueron atípicos en el sentido de que el virus se detectó continuamente en su organismo durante más de 70 días”, explica Marielton dos Passos Cunha, primer autor del artículo, que se ha publicado en la revista científica ‘Frontiers of Medicine’.
Esta no es la primera evidencia de que el virus puede permanecer activo durante más tiempo del esperado incluso en pacientes con síntomas leves. A principios de 2021, otros investigadores brasileños informaron de casos similares.
Analizaron 29 muestras de secreción nasofaríngea de pacientes que dieron positivo en la prueba al décimo día de la aparición de los síntomas y las inocularon en células cultivadas en el laboratorio. En el 25 por ciento de los casos, los virus presentes en las muestras eran capaces de infectar las células y replicarse in vitro. Por tanto, en teoría, otras personas podrían infectarse si entraran en contacto con las gotitas de saliva expulsadas por el 25% de estos pacientes en el momento de la recogida del material.
El riesgo parece ser aún mayor para las personas con sistemas inmunitarios comprometidos. En un artículo publicado en junio de 2021, estos mismos investigadores describieron un caso de infección que duró al menos 218 días. El paciente tenía unos 40 años y se había sometido a un tratamiento agresivo contra el cáncer antes de contraer el coronavirus.
Además, un artículo publicado en la revista ‘New England Journal of Medicine’ a principios de diciembre de 2020 informaba del caso de un hombre inmunodeprimido de 45 años con un trastorno sanguíneo autoinmune en el que el virus siguió replicándose durante 143 días.
En este nuevo estudio, la diferencia entre mujeres y hombres en cuanto a la duración de la actividad viral no fue significativa (con una media de 22 días y 33 días respectivamente). En cuanto a los tres casos atípicos, el virus permaneció detectable durante 71 días en la mujer y 81 días en uno de los dos hombres. Ninguno de ellos presentaba comorbilidades y todos tenían síntomas leves de covid.
El otro hombre siguió dando positivo para el coronavirus durante 232 días (de abril a noviembre de 2020), tras lo cual dio negativo tres veces por PCR. Tiene VIH, el virus que causa el sida, desde 2018, pero no tiene carga viral detectable gracias a la terapia antirretroviral.
Fuente: El Nuevo Siglo