LOS buceadores arqueólogos ajustan sus máscaras y se lanzan desde el barco en una cala de Marsella, en el Mediterráneo. A 37 metros de profundidad van a llegar a la entrada de la gruta Cosquer, un Altamira o Lascaux submarino con dibujos únicos en el mundo y amenazado de desaparición.
El acceso a esta cueva de más de 30.000 años de antigüedad ubicada en el sur de Francia se realiza por la entrada original en el fondo del mar y luego a través de un túnel anegado de más de 100 metros que remonta y desemboca en una caverna de 2.500 metros cuadrados, en gran parte sumergida.
Una vez allí, los muros aún secos ofrecen grabados y dibujos del Paleolítico superior, en particular animales marinos, focas y pingüinos, algo único en los grandes sitios de la arqueología prehistórica. Un “shock estético” que marca una vida, confiesa el arqueólogo Luc Vanrell, de 62 años, que lleva 30 estudiando esta gruta.
Hoy en día, el lugar está amenazado. Tras un alza súbita de 12 centímetros del nivel del mar en 2011, las mareas altas más fuertes avanzan algunos milímetros año tras año.
Se trata de una carrera contrarreloj para estos científicos franceses, porque la subida de las aguas debido al calentamiento climático asociada a la contaminación marina socavan cada año estas obras maestras del arte parietal.
Con el objetivo de conservar el rastro de este patrimonio único, los buceadores arqueólogos intensifican sus exploraciones para tener, por ejemplo, una representación virtual de la gruta.
A algunos kilómetros de allí, en el corazón de Marsella, técnicos y artistas terminan la construcción de una réplica, que abrirá al público este fin de semana.
En este día primaveral, la misión consiste en continuar la cartografía digital en 3D de las paredes de la gruta, en las que se han catalogado unas 600 “entidades gráficas”.
“Nuestro objetivo soñado sería llevar la gruta a la superficie”, dice sonriendo uno de los buceadores, Bertrand Chazaly, responsable de las operaciones de digitalización.
“Una vez terminada, nuestra gruta Cosquer virtual, de una precisión milimétrica, será un instrumento de investigación indispensable para los conservadores o arqueólogos que no puedan acceder físicamente al lugar”, explica.
“Único por su talla”
“En la época, estábamos en plena glaciación, el nivel del mar era 135 metros más bajo y el litoral se encontraba 10 kilómetros más lejos”, cuenta el arqueólogo Michel Olive, encargado del estudio de la gruta en el Servicio Regional de Arqueología (Drac).
Desde el barco de la misión científica, señala con el dedo un amplio espacio cubierto actualmente por el mar Mediterráneo. “La entrada a la gruta, levemente elevada y expuesta al sur, se encontraba de cara a una vasta llanura de gramíneas protegida por los acantilados, un lugar extremadamente favorable para el hombre prehistórico”, agrega.
Las paredes adornadas de la gruta testimonian la variedad de animales presentes en el lugar: caballos, cabras montesas, ciervos, bisontes y antílopes saigas, así como focas, pingüinos, peces, un felino y un oso. En total hay 229 figuras de 13 especies.
También han sido catalogadas sesenta y nueve pinturas de manos rojas y negras y tres huellas involuntarias de manos, entre ellas de niños, además de varios cientos de signos geométricos y ocho representaciones sexuales masculinas y femeninas.
Una riqueza gráfica que se debe a la duración excepcional de la frecuentación de la gruta por parte de hombres y mujeres de la Prehistoria, “entre 33.000 años y 18.500 años antes del momento presente” según la última datación, explica Luc Vanrell, partícipe en esta expedición.
“La densidad de las representaciones gráficas coloca a Cosquer a la misma altura de las cuatro grutas de arte parietal del paleolítico más grandes del mundo, con Altamira en España, Lascaux y Chauvet en Francia”, estima.
“Y como es probable que las paredes hoy en día bajo el agua también estuvieran originalmente decoradas, esto hace de Cosquer un sitio único en Europa por su tamaño”, agrega.
Descubierto por casualidad
Henri Cosquer, escafandrista profesional y monitor de una escuela de buceo, dijo haber descubierto por casualidad en 1985 la entrada submarina de la gruta, a 15 metros de la orilla. Luego, por etapas, se aventuró a lo largo del túnel de 137 metros hasta llegar a una cavidad abierta por el agua y el tiempo en el masivo calcáreo.
“Un día emergí en la gruta en la negrura. Estás empapado, sales del lodo, resbalas. Tuve que hacer varias incursiones para recorrerla entera. Al principio no vi nada con mi linterna, y luego hallé la pintura de una mano. Allí comenzó todo”, contó.
Si bien la ley obliga a declarar sin demora este tipo de descubrimiento para que sea preservado, Cosquer guardó el secreto durante mucho tiempo. “Esta gruta no pertenecía a nadie. Cuando usted encuentra un lugar bueno para recoger setas, ¿se lo cuenta a todo el mundo?”, se justificó con picardía.
Pero el rumor de un “Lascaux submarino” comenzó a circular atrayendo a buceadores.
Henri Cosquer, de 72 años actualmente, oficializó su descubrimiento ante las autoridades en 1991. La gruta, autentificada como un sitio arqueológico de gran importancia, fue bautizada con su nombre.
Su entrada, cerrada con una verja, está reservada a los equipos científicos.
“Degradaciones”
Durante los treinta años siguientes se llevaron a cabo decenas de misiones arqueológicas para estudiar y preservar el lugar, así como para proceder al inventario de sus riquezas gráficas.
Los medios disponibles fueron sin embargo mucho menores que los de la gruta Chauvet, descubierta en Ardeche (sureste de Francia) más tarde en 1994, y de acceso más sencillo.
Pero en 2011, Michel Olive y Luc Vanrell hicieron sonar la alarma tras haber constatado el avance brutal del nivel del agua y degradaciones irreversibles en algunos paneles.
“Era una catástrofe, una conmoción que nos derrumbó psicológicamente”, cuenta Vanrell, que recuerda los enormes daños en los dibujos de caballos.
“Todos los datos muestran que la subida del nivel del agua es cada vez más rápida”, confirma la geóloga Stéphanie Touron, especialista en grutas con pinturas en el laboratorio de investigación de monumentos históricos de Francia.
Frente a estas amenazas, el Estado francés, propietario del lugar clasificado monumento histórico en 1992, ha lanzado un estudio nacional para registrar este lo más rápido posible.
Enigmas
Entre los enigmas que se mantienen figura el de la huella fortuita de un material tejido sobre una pared, que podría confirmar la hipótesis de que estos cazadores-recolectores confeccionaban vestimentas en la época en que frecuentaban la gruta.
La representación de caballos con largas crines también plantea interrogantes. Luc Vanrell avanza la hipótesis de una primera domesticación o al menos de un encierro del animal por parte del hombre, ya que en el estado salvaje las crines son más cortas, casi al ras, por el efecto de la vegetación ante el galope de los caballos.
“Los suelos arqueológicos conservados bajo una capa de calcita” (un mineral) también deber ser estudiados, explica Cyril Montoya, que habla de la presencia de “restos de carbón” que servían para pintar o “zonas de calentamiento sobre estalagmitas” transformadas en “faroles para iluminar la gruta”.
La pregunta clave de para qué se utilizaba la gruta permanece sin respuesta, admite Michel Olive.
Si bien los arqueólogos están de acuerdo en decir que nuestros ancestros lejanos no vivían allí, algunos hablan de “un santuario y otros de un lugar de reunión, incluso un lugar de extracción de ‘leche de luna’, esa sustancia blanca de las paredes utilizada para las pinturas corporales o como ayuda para las pinturas y grabados”, explica.
La idea de crear una réplica para el público existió desde el descubrimiento de la gruta. Pero fue necesario esperar hasta 2016 para que la región Provenza-Alpes-Costa Azul decidiese instalarla en la residencia Mediterráneo, un edificio moderno sin uso en el corazón histórico de Marsella.
Para la empresa Klébert Rossillon, detrás de su concepción, construir y administrar este proyecto de 23 millones de euros (unos 24,7 millones de dólares), de los cuales 10 millones son financiados por la región, fue un gran desafío: colocar la réplica de la gruta en un espacio más reducido y al mismo tiempo ser lo más fiel posible al original.
Finalmente, tras una leve reducción a escala, “se mostrarán 1.750 m2 de caverna, 100% de las paredes pintadas y 90% de las paredes grabadas”, asegura Laurent Delbos, a cargo de la obra.
“Los artistas prehistóricos escribieron una partitura hace mucho tiempo, yo soy uno de sus intérpretes”, resume el artista plástico Gilles Tosello, de 66 años, que se ha dedicado a reproducir con la mayor fidelidad posible los dibujos prehistóricos, con los mismos instrumentos y el carbón vegetal utilizado en la época.
Fuente: El Nuevo Siglo