Una “catedral” justa por su gestor, estilo, fines y construcción

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En las afueras de Madrid existe una gran iglesia inacabada, a la que todos llaman catedral, construida con deshechos a lo largo de 60 años por un hombre, Justo Gallego, que antes de morir, hace una semana, le aseguró un futuro.

Gallego murió a los 96 años, pero antes cedió su templo a la organización caritativa Mensajeros por la Paz, que fue quien el domingo pasado anunció el fallecimiento y quien se ocupará de terminar el proyecto.

La “Catedral de Justo”, como se conoce popularmente al templo dedicado a la Virgen del Pilar, empezó como una ermita en un terreno baldío y acabó siendo un templo de 4.700m2, con una planta central de 50 metros de largo y 20 de ancho, 35 de altura en su punto más elevado, y 12 torreones, de aire gótico y bizantino.

Gallego usó ladrillos rotos, latas de conserva para el encofrado, chapa de los botes de pintura para los arcos; construyó sin andamios, metro a metro, y sin planos, lo que explica que aún esté pendiente de regularizar su situación legal.

“Este premio se lo deberían haber dado a usted”, le dijo a Gallego el arquitecto británico Norman Foster, que visitó el lugar tras recoger el Premio Príncipe de Asturias, explicó a la AFP Juan Carlos Arroyo, ingeniero de Caminos y doctor en arquitectura, cuya empresa, Calter Ingeniería, está estudiando la solidez del templo.

“Estilo Justo”

Gallego nació en 1925 en la misma Mejorada del Campo, en una familia labriega, y a los 27 años ingresó en un monasterio, pero una enfermedad le obligó a retirarse y a regresar a su pueblo, donde, en 1961, empezó a construir su catedral.

En ese entonces, en plena juventud, Don Justo hizo una promesa: dejar el trabajo que tenía como agricultor y motivado por su enorme fe se unió a los monjes trapenses. Sin embargo, ocho años después enfermó de tuberculosis. Durante ese tránsito pidió a la Virgen María que le ayudara a superar la enfermedad y que si lo hacía levantaría una catedral en su honor y con sus propias manos. En pocas palabras esta es la historia de la “Catedral de Don Justo”.

AFP

El templo se encuentra en la calle Antonio Gaudí, dedicada al arquitecto de la Sagrada Familia de Barcelona, al que Justo Gallego desdeñaba por su empeño en imitar la naturaleza, cuando él lo único que pretendía era hacer algo románico.

Al final, la catedral de Mejorada “es estilo Justo. Desde el punto de vista de la relación arquitectónica podría ser un estilo perfectamente gótico quizá, por las relaciones de esbeltez, por la escala de la construcción”, explicó el arquitecto. 

Sobre su solidez, “esperamos que no haya que hacer una enmienda a la globalidad de la catedral”, pero hay que acabar los estudios, que van por la primera de tres fases, afirma Arroyo.

“Esta estructura ha aguantado durante la construcción sucesos meteorológicos importantes, por ejemplo, y los ha aguantado con mucha solvencia”, recordó, estimando que habrá que limitarse a hacer “pequeñas operaciones quirúrgicas”.

Algo sorprendente, teniendo en cuenta los materiales que se usaron, sostiene el arquitecto: “Ahora está de moda el reciclaje, pero él lo utiliza 60 años atrás, nadie hablaba de eso. Construir con basura era síntoma de basurero”.

“Utilizando este tipo de materiales, ha generado una estética, hasta una estética bonita”.


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Abierta a los necesitados

El presidente de Mensajeros por la Paz es Ángel García Rodríguez, más conocido como padre Ángel. Le gustaría que la catedral acabara siendo un centro de reunión de todas las confesiones, pero también un lugar de ayuda a los necesitados. 

“Me atrevo a decir que hay ya demasiadas catedrales y demasiadas iglesias, a veces necesitamos que se llenen”, afirmó el padre Ángel frente al altar del templo.

“No será una catedral al uso, sino un centro social donde puedan venir los unos y los otros a rezar” y quien se “encuentre con dificultades”.

Los voluntarios que participan en la construcción bajo la dirección de Ángel López, que lleva 24 años ayudando a Gallego -“tengo media vida aquí metida”, dice-, se mezclan con los visitantes que entran y salen.

Entre ellos está Ramón Calvo, de 74 años, que ha venido de Madrid con un grupo de antiguos compañeros de la escuela.

“Si se ponen los medios, sobre todo materiales y económicos, para terminarlo, pues es un templo muy bonito. Y con la historia que tiene, pues digno de visitarse, como estamos haciendo”, afirma Calvo.

“Siempre hay un mensaje a alguien, para que ponga en marcha algo, sea una orden religiosa, sea la construcción de una basílica, de un templo”, especula.

“Estoy convencido de que a este buen hombre, Justo, alguien le mandó ese mensaje, aunque parezca que es una ocurrencia de él”, sentencia Calvo.

Fuente: El Nuevo Siglo