Los padres emocionalmente abusivos causan daños psicológicos en sus hijos que pueden repercutirles incluso en su vida adulta. Descubre qué tipo de comportamientos son los más característicos.
La mayoría condenamos la violencia física hacia los niños. Nadie trataría de justificar o defender a un padre que propina palizas a sus hijos o que abusa sexualmente de ellos. Sin embargo, hay un tipo de violencia más difícil de detectar (pero igual de dañina) contra la que no luchamos: la psicológica. Los padres emocionalmente abusivos dejan huellas profundas y duraderas en sus hijos.
Y es que, aunque no lo creas, es posible que tú mismo hayas sufrido este tipo de abusos durante la infancia. Son comportamientos que pasaste por alto, que justificaste o pensaste que eran normales, pero que aún hoy siguen impactando en tu forma de ser.
Muchas personas descubren, ya de adultos, esta realidad. Y su visión sobre su infancia cambia. No obstante, este es el primer paso para poder sanar y ser libre.
Los padres emocionalmente abusivos presentan muchas caras
El abuso emocional o psicológico no siempre consiste en insultos y vejaciones. Puede ser mucho más sutil y pasar desapercibido.
Además, no siempre es por exceso (los padres actúan de forma incorrecta con los hijos), sino que también puede ser por defecto (los progenitores no ofrecen lo que el menor necesita para su correcto desarrollo).
En definitiva, si tenías en mente un perfil prototípico de los padres emocionalmente abusivos, has de saber que estos pueden presentar diversas caras. Incluso, muchas de ellas las observamos en el día a día sin darnos cuenta de la violencia que se está ejerciendo.
Por eso te presentamos algunas de las principales características a las que se debe atender.
Critican constantemente
Los padres emocionalmente abusivos realizan siempre comentarios negativos acerca del aspecto de sus hijos, su peso, su comportamiento o su personalidad. Con la sinceridad como bandera, profieren críticas que dañan la autoestima.
Dicen hacerlo por el bien de los menores, para animarles a cambiar. Pero en realidad, solo logran que estos se sientan miserables, inferiores e inadecuados.
Comparan a sus hijos
Siempre hay alguien mejor: un hermano, un primo, un vecino, un compañero de colegio. El niño es sometido a continuas comparaciones en las que siempre sale perdiendo.
Estos padres emocionalmente abusivos no reconocen ni premian las virtudes o logros de sus hijos. Siempre se enfocan en lo que no son y deberían ser, en lo que no hacen y deberían hacer para estar a la altura de otros.
Exigen más de lo debido
Los padres con estas características exigen comportamientos intachables, calificaciones excelentes o logros que escapan al alcance de sus hijos. Pueden pedirle a un niño pequeño que controle sus impulsos como si fuera un adulto, que no grite, no llore, no juegue o no haga ruido. No tienen en cuenta las necesidades infantiles, sino las suyas.
De igual modo, no valoran el esfuerzo escolar, sino los resultados. Y cuando estos no son tan perfectos como ellos esperan, en lugar de apoyar al niño, lo culpan de su fracaso.
Invalidan las emociones
Esta es una de las conductas más comunes entre los progenitores que, pese a constituir un abuso, suele estar normalizada. Y consiste en no validar las emociones de sus hijos, no darles la importancia que merecen ni prestarles la atención que requieren.
Cuando el niño expresa ira, se le regaña por su mal comportamiento; cuando está triste y llora se le pide que se calle y cuando busca consuelo no lo encuentra. Los problemas del menor se minimizan o se pasan por alto.
Ridiculizan o humillan
La humillación es una de las heridas de la infancia que arrastramos incluso en la vida adulta y se genera cuando los progenitores emocionalmente abusivos humillan a sus hijos por haber cometido un error. Mancharse la ropa, decir una palabra mal o cualquier gesto insignificante puede ser utilizado para ridiculizar al niño.
No están disponibles
No ofrecerle al niño la atención, el afecto y el apoyo que requiere también es abuso. Así, muchos padres simplemente no están disponibles para sus hijos. Bien porque prefieren dedicar su tiempo a otros planes o actividades, o bien porque su atención está en otros asuntos.
En estas situaciones, los niños crecen sintiéndose solos, abandonados y preguntándose qué hay de malo en ellos para no merecer ese amor que habría de ser incondicional.
Adoptan roles confusos
Aunque no se realice con mala intención, algunos padres cargan a sus hijos con el peso de ser adultos. Invierten los roles de algún modo.
Quizá porque no ponen los límites que el niño necesita, porque son negligentes y es el menor quien debe responsabilizarse de sí mismo. O incluso porque utilizan a sus hijos como apoyo emocional en asuntos que no les competen. Por ejemplo, haciéndoles responsables de calmar la ansiedad de sus padres o de escuchar sus tristezas durante un divorcio.
Culpan y proyectan sus frustraciones
“Me has robado mi juventud”, “lo he dado todo por ti y así me lo pagas”, “mucho mejor sin tener hijos”… ¿Te suenan estas frases?
Si las has escuchado durante tu infancia, has de saber que constituyen violencia emocional. Con estas afirmaciones, los adultos proyectan sus frustraciones en los menores y los culpan por una infelicidad que solo depende de ellos mismos.
No ofrecen afecto
Cada persona expresa el amor en un lenguaje diferente y está bien. No todos los padres dicen “te quiero” ni todos ofrecen abrazos constantes.
Pero a su propio modo, transmiten el afecto que sienten por sus hijos. Si estas muestras de cariño no están presentes, los daños emocionales en los niños serán profundos.
Son impredecibles e inconsistentes
Algunos niños han crecido en un entorno que percibían como hostil e inseguro, que les obligaba a permanecer en constante alerta. Y es que el desarrollo de los acontecimientos siempre dependía del estado de ánimo de su padre o madre.
Si el adulto estaba contento, todo iba bien y el menor recibía atención y afecto. Pero si tenía un mal día, la indiferencia o los desprecios se hacían patentes. Crecer con esta incertidumbre es dañino y se relaciona con un apego ansioso en la edad adulta.
Son invasivos
¿Cuántas veces, en nombre del amor, los padres invaden la vida y la privacidad de sus hijos? Revisan cada rincón de su habitación, espían sus conversaciones y redes sociales, piden conocer cada detalle de su vida y no dudan en opinar, juzgar y dictaminar al respecto.
La libertad individual es un derecho necesario para el correcto desarrollo. Si se coarta, se está cometiendo un grave error.
Tener padres emocionalmente abusivos impacta en la vida adulta
Es posible que al leer las anteriores líneas hayas identificado varias situaciones de tu propia infancia. Pero si aún te cuesta reconocerte en esta dinámica, basta con observar tus sentimientos y actitudes actuales para saber si arrastras secuelas del abuso emocional.
Piensa en si te sientes suficiente, si eres seguro de ti mismo y si puedes confiar en los demás. ¿Tienes relaciones sanas en las que te sientes respetado y valorado? ¿Eres capaz de poner límites sin miedo y sin culpa? Si tu respuesta a las anteriores preguntas no es afirmativa, es probable que haya asuntos importantes de tu infancia que revisar.
Pero ante todo, pregúntate qué sientes por tus padres a día de hoy. Trata de ser sincero contigo mismo.
¿Existe rencor, resentimiento, miedo a ser juzgado por ellos o deseo de no pasar mucho tiempo a su lado? Si es así, no te culpes. Es posible que fueran emocionalmente abusivos en el pasado, incluso sin saberlo. En este caso, buscar ayuda profesional será el mejor camino.
Fuente: Mejor Con Salud