Para Camus, la vida carece de sentido. Sin embargo, eso no implica que no merezca la pena vivirla.
¿Cuál es el significado de la vida? ¿Estamos vivos por algún motivo u objetivo? ¿Por qué existimos? Son preguntas que el ser humano se ha planteado desde sus inicios y las ha intentado responder a través de la filosofía, la ciencia y la religión.
Lo cierto es que no tenemos una respuesta definitiva a estas interrogantes. Algunos, por ejemplo, le dan sentido a su vida creyendo en deidades; otros encuentran algún significado en la ciencia; mientras que otros tantos, sencillamente niegan que haya alguna explicación de nuestra existencia que nos trascienda.
Al respecto, Albert Camus, uno de los filósofos contemporáneos más influyentes de la historia, defendía que la vida no tiene ningún sentido. Pero para él, esto no implica que no valga la pena vivir. Al contrario, la carencia de significado es lo que nos permite ser dueños y constructores de nuestra existencia. Profundicemos en ello.
El absurdismo de Albert Camus
Albert Camus nació en 1913 en Mondowi (Argelia francesa). Junto con Jean-Paul Sartre, es considerado una de las figuras más importantes de la literatura francesa del siglo XX.
En 1957, a sus 44 años de edad, ganó el Premio Nobel de Literatura, lo que lo convierte en la segunda persona más joven en ser galardonada con este reconocimiento.
Según este gran pensador, es inútil que el ser humano se plantee encontrar el significado de la vida, pues no existe ningún significado.
En otras palabras, la vida es algo insignificante, que se resume a una sucesión de acontecimientos inútiles, vacíos y ausentes de sentido, que repetimos cada día por inercia, costumbre o tradición. Sin embargo, el ser humano siempre ha buscado una razón detrás de cualquier suceso o idea.
No soportamos que las cosas ocurran simplemente porque sí. Todo debe tener una causa, un motivo que lo justifique.
Ahora bien, según la filosofía de Camus, esa solución no es posible y la falta de una causa original produce un inevitable sinsentido. O lo que es lo mismo, un absurdo.
La mente humana no acepta la no justificación y, por consiguiente, surge el absurdo.
En otras palabras, los seres humanos caemos en el absurdo cuando intentamos hacer de algo insignificante una obra que nos trascienda. Sin embargo, es precisamente la aceptación del absurdo lo que lleva al ser humano a vivir con libertad.
Lo absurdo nace de esa confrontación entre el llamamiento humano y el silencio irrazonable del mundo. Eso es lo que no hay que olvidar. A eso hay que aferrarse, pues toda la consecuencia de una vida puede nacer de ello.
Formas de enfrentar la ausencia de significado de la vida
Para Camus, hay 3 formas de enfrentar el absurdo de la vida y solo la última es la correcta:
- La primera es rendirse ante el absurdo, optando por el suicidio. En este caso, la persona entiende que no hay sentido superior de su vida y llega a una conclusión acelerada: «no vale la pena vivir». Esto implica aceptar que la vida nos ha superado, que no la podemos explicar.
- La segunda es negar el absurdo, entregándonos a una fe que nos dé respuestas erróneas sobre el significado de la vida. En este caso, aparecen los dioses y los dogmas como respuestas a la incertidumbre.
- Y la tercera, que para Camus es la vía correcta, sería aceptar el absurdo y rebelarnos contra él. Esto implica entender que el sinsentido de la vida no conlleva que no merezca la pena. Al contrario, es renunciar a la búsqueda de una explicación y vivir con independencia, libertad y autodeterminación.
Del absurdo he obtenido tres consecuencias: mi rebeldía, mi libertad y mi pasión. Con el solo juego de la conciencia transformo en regla de vida lo que era invitación a la muerte.
El sentido es la existencia misma
Albert Camus escribe lo siguiente:
Sigo creyendo que este mundo no tiene un sentido superior. Pero también sé que en este mundo algo tiene sentido y ese algo es el hombre, porque él es el único ser que exige el tener sentido.
Con esta sentencia, el filósofo francés deja claro que el sentido de la existencia humana es la propia existencia. La pretensión del ser humano de buscar una explicación de la vida le otorga a la especie un valor único que, para Camus, es baluarte de una razón universal.
Dueños de nuestra vida
El absurdismo de Camus le resta a la filosofía la tarea de responder cuestiones como “qué sentido tiene la vida” o “por qué existimos”. Como defiende el autor, la vida es un absurdo que no tiene ningún significado y el universo es indiferente a las dudas existenciales del ser humano.
Sin embargo, esto no tiene por qué ser algo negativo. Es precisamente la carencia de significado lo que nos permite vivir con libertad y autodeterminación.
En otras palabras, somos nosotros mismos quienes determinamos el sentido de nuestra existencia individual, proponiéndonos metas y objetivos personales. En suma, siendo dueños de nuestra propia vida.
Fuente: Mejor Con Salud
