En diciembre del año pasado terminó el proceso de impresión del libro ‘El ojo de dios: la historia del fotoperiodista Henry Agudelo’ por el periodista y también escritor de cuentos y novelas, Robinson Úsuga Henao.
El compendio goza de una escritura arriesgada y encantadora, que se lanza entre las estruendosas corrientes y parámetros de la literatura y sus herramientas y recursos estilistas para promover una noción común colectiva: conectarse con la intimidad de la vida de uno de los mejores fotoperiodistas (y más importantes, además) en la historia de Colombia, Henry Agudelo.
El libro está escrito en segunda persona; esto, de hecho, es uno de los recursos menos utilizados dentro de la categoría del periodismo narrativo, tomando como referencia la intención de entablar una conversación con el lector a modo de reflexión y de relato de los hechos. Es, sin duda, una herramienta que construye un puente de conexión entre los acontecimientos más íntimos de Henry, a la vez que se unían eventos históricos que narran la tan arraigada cultura de la violencia colombiana.
Robinson, por su parte, construyó cuidadosamente en las 243 páginas del texto un hilo crónicamente ajustado a las anécdotas de Henry, del mismo modo que entabla un momento pedagógico de memoria histórica de Colombia; la captura de Carlos Lehder, el legendario 5-0 colombiano en Argentina, el inicio de la Vuelta por Colombia, el Plan Pistola que atavió y convirtió en un campo de batalla a Medellín, entre otros hechos que marcaron la historia de un país sumido en guerra, y que, por cierto, iniciaba un proceso de transición periodística desde aquel entonces.
El libro ofrece una experiencia diferente. Es una construcción sentimental de recuerdos de la vida de un actor importantísimo en la historia del fotoperiodismo colombiano, en donde se busca, por otra parte, narrar la vida de sí mismo a través de la muerte, a través de las fotografías que plasman realidades pasadas cargadas de emociones y que asimismo se encargan de conducir el hilo de la historia.
Colombia en los años ochenta aclamaba a gritos visibilidad, detalle, exactitud. En este libro, a través de la voz de Henry, y el preciso y acertado discurso de Robinson, se narran las vicisitudes de un periodismo en crisis, de transición, que busca transmitir esa emotividad desde la narración de relatos y la memoria histórica.
En resumen, este libro es una invitación a una lectura distinta, atrevida y real, que adjudica un proceso de aprendizaje desde la narración de los hechos.
Fuente: La Republica