Una práctica que se desconocía hoy deja a la iglesia Católica expuesta. Resulta que los servicios religiosos le exigen a los párrocos y obispos hacer presupuestos anuales respecto a las ofrendas, conocidas como limosnas.
También llevar la contabilidad, pagar impuesto al valor agregado (IVA), hacer retención en la fuente, presentar declaración de renta y hasta someterse a las complicadas normas de información financiera (NIF), según EL TIEMPO.
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Generalmente, la ofrenda que los creyentes depositan o dejan cuando van a misa son llevadas a cajas fuertes o depósitos con candado una vez ha terminado la ceremonia religiosa.
Semanal o diariamente, según lo dispongan los párrocos, las personas que el comité parroquial de asuntos económicos designe (secretarias, acólitos o sacristanes) cuentan las monedas y los billetes, y llenan una planilla en la que especifican la cantidad por denominaciones.
Estas limosnas se suelen consignar en la cuenta corriente de la parroquia por el contador designado. El párroco ejecuta el presupuesto, que también incluye el dinero que entra por los servicios parroquiales.
De estos recursos, el párroco se paga, paga a los empleados, arriendos y todos los gastos de la iglesia. Incluso los tributarios a excepción del impuesto predial del que están eximidos por concordato.
“El manejo de estos dineros es muy escrupuloso, y los católicos deberían ser más generosos, pues de 500.000 pesos que recibe un templo el domingo, 350.000 son en monedas”, dice el padre Ramón Zambrano, párroco de la Catedral Santiago Apóstol de Fontibón.
Del dinero que recogen, entre el 2% y 9% se giran mensualmente la vicaría zonal, en el caso de Bogotá. Esta entidad también tiene su presupuesto y lo que sobra lo gira a la vicaría general de la diócesis o de la arquidiócesis, según el caso.
El vicario administrativo de la diócesis recibe los aportes de cada parroquia para un fondo común de donde salen sus gastos y las ayudas para las parroquias pobres, que son muchas.
Asimismo, la diócesis pasa los excedentes de sus aportes a la Conferencia Episcopal y a la Nunciatura, que envía esos recursos a Roma para el funcionamiento de la Santa Sede.
El nuncio apostólico en Colombia, monseñor Ettore Balestrero, cuenta que los dineros que se reciben en pesos son cambiados a dólares y euros, que envía al Vaticano. Dice que no conoce ni tiene un dato del dinero que manda periódicamente, y explica también que mucho dinero no se traslada por la Nunciatura, sino que algunos párrocos y laicos entregan directamente sus ofrendas a Roma.
En todo este recorrido de las ofrendas, cada moneda y billete tiene una rigurosa auditoría de la diócesis para evitar que alguien se lleve parte de las limosnas.
Por otra parte, mitad de cada año, el domingo cercano a la fiesta de San Pedro y San Pablo, la Iglesia dedica la limosna de ese día a una colecta que hace el mismo recorrido desde la parroquia hasta Roma y se llama el Óbolo de San Pedro.
Estos recursos, recogidos en todo el mundo, van directamente al santo padre, y con ellos el romano pontífice hace obras y donaciones para los pobres de todo el planeta y para atender damnificados de desastres naturales.
En el país, una parroquia pobre recauda al mes menos de un millón de pesos en limosnas, una mediana alrededor de 20 millones y una grande 50 millones o más, según monseñor Rafael Cotrino, párroco de iglesia Santa Marta y vicario administrativo.
Los otros ingresos de la Iglesia
lAdemás de las limosnas, las iglesias tienen otra fuente de ingresos: los servicios religiosos que prestan como bautizos, matrimonios, confirmaciones y demás. En el Arancel Eclesiástico se explica cada uno de los servicios y sus respectivas tarifas que cada año reajusta el obispo, generalmente aplicando la inflación.
En el caso de Bogotá, la misa más barata tiene un valor de 22.000 pesos ya que no cuenta con músico. En el caso del matrimonio, el más económico es de 105.000 pesos y el más caro 300.000 pesos cuando es una capilla no parroquial. Un certificado de bautismo en papel eclesiástico, 6.000 pesos y una autenticación, 4.500, con IVA incluido.
¿Los obispos y curas tienen sueldo?
El salario de obispos y curas depende de la región, de la diócesis, de la parroquia y sobre todo de los recursos y aportes de los feligreses. De acuerdo con monseñor Cotrino, en Bogotá un párroco recibe en promedio tres salarios mínimos al mes. Es decir, 2’343.726 pesos.
n vicario parroquial devenga dos salarios mínimos y medio, es decir, 1’953.105 pesos. Y un diácono, un salario mínimo y medio, es decir, 1’171.863 pesos. Los obispos reciben cada mes cuatro salarios mínimos, unos 3’124.968 pesos. Pero ellos tienen derecho a vehículo y conductor.
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Hay que tener en cuenta que los sacerdotes no tienen prestaciones sociales ni auxilio de transporte. Tampoco, contrato laboral, y si por sus ingresos tienen retención en la fuente, pues se la aplican.
AMÍLKAR HERNÁNDEZ
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
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Fuente: Portafolio