Derecha arrasa en Andalucía, propinando duro golpe al socialismo de Sánchez

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El conservador Partido Popular conquistó este domingo la mayoría absoluta en las elecciones de Andalucía, otrora bastión de la izquierda, asestando un duro golpe a los socialistas del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, a un año y medio de las elecciones generales.

Con más del 50% de los votos escrutados a las 21H30 (19H30 GMT), el PP había ganado los 55 diputados que le permiten gobernar en solitario, muy por delante de los 33 logrados por los socialistas del PSOE, y más que todos los diputados de izquierda juntos.

De este modo, el PP no necesitará al partido de extrema derecha Vox para gobernar, como le ocurre en Castilla y León, privando a la izquierda de un argumento electoral y validando la apuesta por la moderación del nuevo líder conservador nacional, Alberto Núñez Feijóo.

Los resultados apuntan también a un regreso al bipartidismo PP-PSOE, tras la irrupción de alternativas con la gran crisis económica de 2008.

Así, los comicios de este domingo depararon la caída de la extrema izquierda (de 17 a 7) -socios de gobierno en Madrid de los socialistas-, la desaparición de la tercera vía liberal de Ciudadanos (de 21 a 0), y el estancamiento de Vox (de 12 a 14).

 

El PSOE no se mueve de su mínimo histórico 

Más de 6 millones de andaluces estaban llamados a votar en las provincias de Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, Málaga y Sevilla, en una jornada en la que las temperaturas dieron un respiro, tras una semana de ola de calor y termómetros por encima de los 40ºC.

Temiendo que sus partidarios, confiados en la victoria, aprovecharan el día para ir a la playa, Moreno Bonilla había pedido una fuerte movilización.

“Pido que jóvenes, mayores, mujeres, hombres, del interior de Andalucía, del litoral, todos salgamos a votar y tengamos una participación importante”, apeló, al depositar su voto en Málaga.

El Partido Socialista (PSOE) logró un resultado similar al de las elecciones de 2018 (33), su mínimo histórico, cuando perdió el poder regional por primera vez desde la instauración de la autonomía en 1982, tras un escándalo de corrupción.

La región más poblada de España, con 8,5 millones de habitantes, y la segunda mayor, había sido hasta entonces un bastión de la izquierda, y Sánchez había apelado a la historia para pedir el voto.

“Los mayores avances de esta tierra han llegado de la mano del PSOE”, aseguró el presidente en Twitter.

 

– Sevilla también da la espalda a Sánchez –

 

Podrían ser los terceros comicios regionales seguidos que pierden los socialistas de Pedro Sánchez, tras los de Madrid en mayo del año pasado y Castilla y León en febrero.

Un momento simbólico de la derrota socialista fue dejar de ser, por primera vez, la fuerza más votada en Sevilla, cuna del antiguo presidente del gobierno Felipe González (1982-1996) y cantera de presidentes regionales.

Perder en Andalucía sería “un duro golpe” para los socialistas, y significaría que “Sánchez podría afrontar una batalla cuesta arriba para ser reelegido”, había anticipado Antonio Barroso, analista de la consultora política Teneo.

“El PP parece estar ganando cada vez más impulso, y la preocupación de los votantes por la inflación dificultaría a Sánchez vender los logros de su gobierno en las próximas elecciones legislativas”, añadió.

España, con una inflación del 8,7% interanual en mayo, no ha escapado al contexto internacional de encarecimiento de los precios de alimentos y energía, pero sus principales medidas de choque -subvencionar el combustible o poner tope al precio del gas-, no han servido para contenerlos.

El Partido Popular atrajo a antiguos electores socialistas, de lo que podría deducirse que Feijóo le está ganando a Sánchez la batalla por el centro y se coloca en mejor posición para devolver al PP al palacio de la Moncloa, tras ser desalojado por una moción de censura en 2018.

“Hay una estrategia, muy visible”, del PP de “presentarse como esa alternativa sensata, un esfuerzo en presentarse como una opción de centro, de centroderecha”, sostuvo el profesor Óscar García Luengo.

Fuente: El Nuevo Siglo