Desafíos de la competitividad en el Caribe y Latinoamérica

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Permanentemente en la región latinoamericana los debates políticos en general, partidistas y electorales en particular, dominan mucho de la agenda de medios y sociedad civil.  Sin embargo, nunca está demás subrayar que el bienestar social, el apalancamiento o “social leverage” que requieren los grupos más vulnerables y el margen de maniobras de las entidades públicas, descansan sobre la productividad y la competitividad de las empresas.

Descuidar los mecanismos de mercado -en lo que tienen de favorable- controlar las fallas de mercado y del Estado, no dar prioridad a las capacidades empresariales, puede dar lugar al establecimiento de economías de escasez permanente.  Estos han sido los casos genéricos de los países menos funcionales de la región, tales como Haití o Venezuela.

A partir de lo anterior, lo crucial de promover y fortalecer es la capacidad de desempeño de las empresas.  Algo que depende no sólo de las actividades administrativas eficientes, eficaces y oportunas, sino fundamentalmente de la demanda efectiva que se tenga en las sociedades. De allí que tener déficit de demanda representada en lo que pueden ser grandes contingentes de pobres hace que, al final, perdamos todos.

Perderá quien no puede comprar, quien no puede vender porque el otro no compra, quien no puede producir porque el otro no vende, porque el otro no demanda, y también quien no puede emplearse dado que no hay producción que dinamice los circuitos económicos. 

La pobreza promueve grandes juegos sociales basados en perder-perder. La gente se cansa, sale a la calle, demanda oportunidades o bien conforma grandes grupos de migrantes hacia Estados Unidos.

En todo este entramado en la región, no se hace visible muchas veces, el tópico de la perdurabilidad empresarial. Sin embargo, se trata de uno de los más serios y significativos problemas económicos que los países deben enfrentar, más allá de la creciente superficialidad informativa a la que nos vemos expuestos de manera diaria. 

Ciertamente la perdurabilidad empresarial es uno de los componentes que se encuentran en la médula del desarrollo que todos deseamos, dado que es un factor central en la productividad, la competitividad y la creación de empleo.

En relación con la emergencia de oportunidades laborales productivas, el empleo que se genera en las empresas es uno de los tres enlaces clave entre el crecimiento económico y el desarrollo humano. Los otros dos vínculos serían: la presencia de una efectiva y eficaz red de protección y de seguridad social, y (ii) la asistencia y funcionamiento de las instituciones.

En toda América Latina y el Caribe se reproduce un patrón bastante generalizado en los países en desarrollo, en cuanto a tamaño y frecuencia de empresas en los mercados internos. En ellos es posible advertir que cerca de un 95 por ciento de las empresas son micro, pequeñas o medianas unidades de producción.

Esas pequeñas empresas, dado su poca capacidad de producción y su presencia en el mercado, son “tomadoras de precios”, no pueden tener posiciones hegemónicas o dominantes en los diferentes sistemas económicos. De allí que las empresas pequeñas se encuentren más vulnerables, más a merced de las condiciones del entorno. En la medida que una empresa es pequeña, más que depender de los activos fijos, lo hace de la rotación de inventarios.  De allí uno de los factores de su gran vulnerabilidad.

En Latinoamérica la tendencia es que las pequeñas empresas deben enfrentar en general tres grandes obstáculos para su desempeño: poco acceso a créditos productivos; (ii) condicionantes fiscales que restringen la demanda agregada interna de los mercados; y (iii) en algunos países más que en otros, tipos de cambios inestables, variando entre lo sobrevaluado o lo depreciado.

En cuanto al no acceso fluido a créditos, es evidente que, en particular a partir de la reducción de funciones vitales de los gobiernos, se ha restringido mucho la actividad de los bancos de desarrollo. Existen algunas excepciones, tales como Costa Rica, Uruguay y hasta cierto punto Panamá. 

En cuanto a las condiciones fiscales, por lo general los sistemas impositivos no son eficaces en el cobro, ni tan transparentes en el gasto, ni -y esto es vital para la demanda de las sociedades- progresivos en su estructura. Influye en ello la presencia dominante de impuestos regresivos como el IVA. 

El tercer factor en cuanto a la inestabilidad de los tipos de cambio, se incluye la apreciación significativa de las monedas que se hiciera evidente durante el período 2003 a 2014. Aquí la tendencia es que estos tipos de cambio muy apreciados, de “monedas fuertes”, realmente constituyen monedas débiles para exportar.  Desestimulan las exportaciones dado que los productos transables no son muy competitivos. En el caso contrario, el de las devaluaciones lo que ocurre es que este factor presiona alzas en la inflación, dado que la estructura de las importaciones latinoamericanas se base en bienes intermedios, equipos e insumos productivos.

No superar obstáculos de acceso a crédito, a ampliación de mercados internos y de inestabilidad cambiaria, hará que la dinámica económica y social de los países permanezca en círculos que se retroalimentan en el subdesarrollo. Es continuar con grandes cifras de pobreza, inequidad, falta de competitividad. Es continuar subsistiendo “a como Dios ayude” en las precarias y trágicas condiciones de los mercados marginales, informales, o de “economía subterránea”.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario.

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna).

Fuente: El Nuevo Siglo