Irak reconvierte palacios de Husein y recupera bibliotecas

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Las iniciales “S.H.” aún se pueden leer en algunas paredes y molduras. Pero la mayoría de decenas de palacios construidos por el exdictador iraquí, Sadam Husein, por todo el país están en ruinas o fueron convertidos en bases militares. Solo algunos se rehabilitaron.

En contraste, comenzaron a recuperarse las bibliotecas y librerías que fueron acabadas por los yihadistas, incluyendo la quema de miles de libros, entre ellos cientos calificados como raros y preservados durante siglos, al tiempo que vendieron algunas obras preciosas en el mercado negro.

Derrocado en 2003 tras la invasión militar estadounidense y ejecutado en 2006, Sadam Husein hizo construir palacios y monumentos públicos en su honor desafiando ostentosamente el embargo occidental de los años 90.

Más de un centenar de mansiones, residencias y palacios presidenciales desperdigados por todo Irak muestran su megalomanía y sus delirios de grandeza. A algunos de ellos, Sadam Husein fue como mucho una o dos veces.

Como si se tratara de un emperador de Mesopotamia, su perfil grabado en bajorrelieve, al lado de Nabucodonosor II, aún es visible en su palacio de Babilonia (centro).

“Podríamos transformar los palacios en museos, al menos el de Bagdad: un museo de tapicería, por ejemplo, o sobre la familia real o el arte islámico”, dice Laith Majid Husein, director del Consejo iraquí de Antigüedades y Patrimonio.

Pero admite que rehabilitar estos “gigantescos palacios” requeriría millones.

Después de 2003, la mayoría de estos palacios fueron saqueados, algunos sirvieron como bases militares de las tropas extranjeras y casi todos terminaron muy dañados, un reflejo de la violencia que ha sacudido Irak en los últimos años.

Hoy en día, los palacios rehabilitados son la excepción. Otros están en ruinas o han sido tomados por facciones armadas. “La burocracia y la corrupción también dificultan la restauración de estos palacios para convertirlos en lugares turísticos o en patrimonio” del país, indicó.

Símbolos de la dictadura

En Bagdad, tres palacios construidos por Sadam Husein albergan actualmente la presidencia y el despacho del primer ministro.

El suntuoso complejo Al Faw, usado algún tiempo como base militar estadounidense, es desde 2021 sede de la “Universidad estadounidense”. El lugar posee impresionantes zonas verdes y un lago artificial y también tiene auditorios y una zona de comedor en un edificio de piedra y mármol.

El director de esta universidad privada, Michael Mulnix, no esconde su orgullo al ver “el palacio de un exdictador y hombre despiadado” convertido en una institución de enseñanza superior.

El palacio principal sobrevivió más o menos intacto, dijo, pero “todos los otros edificios aledaños fueron destruidos”, explica.

“Las ventanas estaban rotas, había pájaros volando dentro, había hasta serpientes. Tuvimos que hacer muchas renovaciones”, recuerda el responsable señalando las iniciales de Sadam Husein, escritas en caligrafía árabe, en uno de los techos.

En Basora, al sur, subsisten tres palacios. Dos de ellos son usados por el Hashd al Shaabi, grupo paramilitar proiraní actualmente integrado en las fuerzas de seguridad iraquíes. El tercero se convirtió en 2016 en un prestigioso museo de antigüedades.

“Hemos logrado transformar esta imagen de la dictadura en un símbolo de cultura”, comentó Qahtan al-Obeid, responsable de antigüedades y patrimonio en la ciudad.


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Condiciones deplorables

Basora es la única provincia iraquí que ha “transformado un palacio en edificio patrimonial”, según este experto, subrayando que Irak tiene un total de 166 residencias y mansiones de la era Sadam.

“Los gobiernos iraquíes (desde 2003, ndlr) no han construido nada, no han podido llegar al nivel de lo erigido por Sadam”, afirma, nostálgico, un arquitecto de aquella época pasada, sin querer revelar su identidad.

Laith Majid Husein afirma también que en la provincia de Babilonia, las autoridades piensan convertir en museo un palacio situado cerca de unas ruinas declaradas Patrimonio Mundial de la Unesco.

Después de años de abandono, el imponente palacio, situado en una colina artificial tiene sus muros cubiertos de grafitis y pintadas y los adornos en techos y paredes están muy dañados.

“Cuando llegamos en 2007, el sitio estaba en condiciones deplorables. Las autoridades decidieron hacer un centro recreativo para los habitantes”, explica su director, Abdel Satar Naji.

Las imágenes de estos palacios son aún más impresionantes en Tikrit, ciudad natal de Sadam Husein, al norte de Bagdad. A orillas del Tigris hay unas 30 mansiones y residencias en ruinas. 

Recuperando la cultura

En contraste, en otra ciudad iraquí, Mosul acaba de conocerse la buena noticia de la recuperación de las bibliotecas, las que fueron literalmente arrasadas por los yihadistas del Estado Islámico (EI), quienes acabaron con sus estructuras físicas y quemaron miles de libros.

Esta metrópoli del norte del país era conocida por sus bibliotecas, librerías y libros raros, preservados durante siglos. Pero cuando estuvo bajo el control del EI entre 2014 y 2017, estaba prohibido y se castigaba leer libros que violaran la ideología rigorista de los yihadistas.

Así, miles de libros de filosofía, derecho, ciencia y poesía fueron quemados y los yihadistas vendieron algunas obras preciosas en el mercado negro.

“Cuando volvimos vimos los libros retirados de sus estantes, en el suelo y quemados”, recuerda Mohamed Yunes, director de la prestigiosa biblioteca de la Universidad de Mosul.

A pesar de las pérdidas incalculables, el nuevo edificio reabrirá sus puertas a finales de este mes tras una renovación financiada por la ONU. 

Erigida en cuatro plantas, la biblioteca -con elegantes fachadas de cristal oscuro- contará al comienzo con más de 32.000 libros en los estantes, además de los títulos consultables en línea. Con el tiempo, albergará un millón de libros.

“Antes teníamos más de un millón de libros, algunos de los cuales no se encontraban en ninguna otra universidad de Irak”, comenta Yunes.

El establecimiento, fundado en 1967, se vio privado del 85% de sus obras. Con los yihadistas a las puertas de Mosul, “solo pudimos transferir los libros raros y un número limitado de revistas extranjeras”, explica.

Sin embargo, para compensar las pérdidas, Yunes menciona un “número muy importante” de donaciones de libros efectuadas por “universidades internacionales o árabes, para permitir el renacimiento de la biblioteca”.

A la espera de su traslado, la biblioteca fue colocada en unos locales demasiado estrechos en la facultad de Ingeniería, donde los estantes se hunden bajo las colecciones apiladas unas sobre otras. Los libros están por todas partes, atados en mesas y escritorios o guardados en cajas.

Tarek Attiya, de 34 años, era estudiante en Mosul antes de comenzar una tesis en lingüística árabe en la universidad de Tikrit. Su búsqueda de títulos le llevó a visitar las universidades de Kirkuk y Mosul. 

“La universidad de Mosul es la madre de todos los libros. Hay una gran diferencia entre lo que solía ser, y su situación actual después del EI”, lamenta Attiya, aunque reconoce una “tímida mejora”. 

Ciudad histórica de comerciantes y aristócratas, Mosul se enorgullecía de una vida cultural e intelectual muy rica.

Entre las donaciones de las grandes familias, la producción local -la primera imprenta de Irak nació en Mosul en la segunda mitad del siglo XIX- y los intercambios culturales, esta encrucijada comercial histórica de Medio Oriente conservaba millares de libros raros y antiguos, sobre todo litúrgicos.

La biblioteca del Waqf, la instancia pública que administra los bienes religiosos musulmanes, conservaba pergaminos de 300 o 400 años de antigüedad, pero “todos desaparecieron”, lamenta su responsable, Ahmed Abd Ahmed.

Entre tanto, la biblioteca central de Mosul reabrió sus puertas a finales de 2019, después de las obras de reconstrucción. El establecimiento público, fundado en 1921, albergaba 121.000 títulos, entre ellos “algunos libros y revistas que databan de casi un siglo”, confía su director, Jamal Al Abd Rabbo.

“Hemos perdido 2.350 libros de literatura, sociología o religión”, explica el responsable, pero entre las compras y las donaciones, el establecimiento cuenta ahora con 132.000 títulos”, destaca orgulloso

Fuente: El Nuevo Siglo