Joseph Ratzinger, el Mozart de la teología

Comparte la información


Un estudioso, erudito culto y refinado, amante de los gatos y de la música clásica, que se preguntaba permanentemente ¿Qué es la razón?, ¿Qué es la fe?, ¿Cómo pueden vivir fe y razón/razón y fe?, ha dejado de existir, habiendo ocupado el trono de Pedro como su 265° sucesor por ocho años y luego de casi diez desde su sorpresiva renuncia, no obstante haber dicho: “no se debe dimitir cuando las cosas van mal, sino cuando la tempestad se ha calmado”. Y, es que “Si un Papa no recibiera más que aplausos, debería preguntarse qué es lo que no está haciendo bien”.

Su pontificado, como lo manifestó el 24 de abril de 2005 en la solemne misa de inicio del ministerio petrino, poseía un “verdadero programa de gobierno”, el cual era: “no hacer mi voluntad… sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca la Iglesia en esta hora de nuestra historia”.

¿Quién fue Benedicto XVI? “Ante todo he intentado ser un pastor”, fue la frase de 2016 pronunciada por el papa emérito en la entrevista con Peter Seewald, donde analizó su papado y su vida entera con total franqueza y manifestándose como un verdadero cooperador de la verdad, su lema pontificio que también quiso fuere su epitafio. Para él, “la preparación para la muerte consiste en aceptar la finitud de esta vida y en encaminarse interiormente hacia el encuentro con el rostro de Dios”, que era para lo cual se preparaba desde hace algunos años.

Fueron 2.872 días de pontificado, en los cuales promulgó 13 cartas apostólicas, 116 constituciones apostólicas, 144 cartas apostólicas y tres encíclicas. De igual manera, la trilogía de obras sobre Jesús de Nazareth ha sido destacada entre otros por el Nobel Mario Vargas Llosa, reconocido agnóstico, en un artículo publicado en L´Osservatore Romano, como la gran obra de la teología y de la historia que cualquier persona debería tener leída en su acervo intelectual.

Benedicto XVI presidió 352 celebraciones litúrgicas, concedió 340 audiencias, beatificó a 62 personas y canonizó a 28; de igual manera realizó 24 viajes fuera de Italia y 30 a las regiones de ese país. Más de 18 millones de personas acudieron a los diferentes actos públicos de su pontificado.

Igualmente, acogió a muchísimos sacerdotes anglicanos y a sus familias para vivir la fe en el catolicismo; designó a un musulmán como docente del Corán en la Pontificia Universidad gregoriana; nombró a un protestante presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias; creó el Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización; realizó el compendio de la doctrina social católica; expulsó a más de 400 sacerdotes pederastas de la Iglesia, etc.

 

Guerrero de la fe

El legado de Benedicto XVI no sólo se circunscribe a su pontificado, sino también a su labor como catedrático de teología en Alemania, a su participación como perito del Concilio Vaticano II y, a su llegada a Roma desde 1981, cuando Juan Pablo II lo designó prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Presidente de la Comisión Bíblica Pontificia y de la Comisión Teológica Internacional, habiendo hecho parte igualmente de la Congregación para las Causas de los Santos, de la Pontificia Comisión para la elaboración del Catecismo de la Iglesia Católica y, del conclave de 26 horas que culminó el 11 de abril de 2005, con su elección como pontífice de la Iglesia católica (suprimiendo el título de Patriarca de las Indias Occidentales) y el primer papa alemán en 482 años desde Adriano VI.

Es de aclarar que nunca participó de acciones de guerra y que realmente desertó del Servicio Imperial de Trabajo en el estado austriaco de Bungerland, luego de haberse licenciado de las fuerzas de defensa antiaérea el 10 de septiembre de 1944. Precisamente, el padre de Benedicto siempre había dicho que Hitler era un criminal.

El “teólogo de Ratisbona, cómo debería ser conocido, o más bien que el “Mozart de la teología”, fue el primer Papa en prescindir de la tiara en su escudo pontificio y sustituirlo por la mitra episcopal, la cual utilizó como símbolo de cercanía con el pueblo, no obstante las críticas en su contra al denominársele por sus detractores como el “rottweiler de la Iglesia”, el “Panzer” o, el “pastor alemán”, por su misión de preservar el dogma desde la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Fue el primer Papa en mil años y, el primer pontífice realmente reinante de toda la historia en anunciar su renuncia a partir del 28 de febrero de 2013, luego de darla a conocer el 11 de ese mes y año, con conciencia de la responsabilidad y consciente de la gravedad de la decisión, ante la falta de fuerzas para realizar plenamente su servicio.

Después de moderar el pontificado de Francisco a través de la autoridad moral que le imprimía haber sido igualmente el guardián del dogma, el Papa argentino queda en libertad de realizar otros ajustes al interior de la Iglesia católica que requiere un aggiornamiento, pero que sin duda, igualmente, no puede dejarse llevar por la dictadura del relativismo y la secularización o mundanización de la Iglesia, tan combatidas durante el pontificado de Ratzinger, al igual que las ideologías hegeliano-marxistas y “las olas de la época”.

Precisamente, se supo a través del secretario de Benedicto XVI, el arzobispo alemán Georg Ganswein, que al papa emérito se le rompió el corazón cuando Francisco limitó la posibilidad de oficiar misas en latín.

 

“La suciedad de la Iglesia”

Y, es que, como lo expresara Benedicto XVI, “la mayor persecución no viene de los enemigos de fuera, sino que nace del pecado de la Iglesia”; por eso, entre la “suciedad de la Iglesia”, frase que utilizó en 2005, estaban los Vatileaks, el “cuervo” Paolo Gabriele, su mayordomo; terrorismo, homicidios, malas inversiones económicas, corrupción, pederastia y homosexualidad, entre otros.  Con esas palabras los críticos representan el pontificado de Benedicto XVI,  al igual que su lucha por conservar el celibato sacerdotal y evitar la ordenación de mujeres, sumado a la participación de doce diócesis alemanas como socias de la editorial Weltbild dedicada entre otras a las publicaciones eróticas y esotéricas; la excomunión a los obispos lefebvrianos y los diálogos fracasados con la Fraternidad de San Pío X, protagonista del cisma francés de 1976, que no aceptó el Concilio Vaticano Segundo; así como el ascenso a obispo del sacerdote ultraconservador Gerard Wágner, quien en Austria acusó de satanismo a los libros de Harry Potter y manifestó que el huracán Katrina era el castigo divino porque en Nueva Orleans se había constituido en la actual Sodoma y Gomorra.

A todo ello le suman el escándalo de los Legionarios de Cristo y los abusos del “falso profeta de vida inmoral”, como calificó en 2010 Benedicto a Marcial Maciel su sacerdote fundador, quien fuere suspendido a divinis por el Papa hasta su muerte, hecho que acaeció en Miami en el 2008.

Pero, sin duda, una de las personas que más daño le hizo al pontificado de Benedicto XVI fue su Secretario de Estado, el cardenal salesiano Tarsicio Bertone, sobre quién pesan graves señalamientos y no obstante la reunión que tuvieron en Castelgandolfo con Benedicto XVI, en abril de 2009, los cardenales Bagnasco, Ruini, Scola y Schönborn, el Papa les contestó: “Bertone se queda”. Todo eso lo señalaba Benedicto con una frase: “En un organismo con varios miles de personas es imposible que no exista más que puro bien”.

El estilo de vida de Benedicto XVI, casi monacal, pero en los Palacios Apostólicos, hizo que Francisco decidiera rechazar vivir en los apartamentos vaticanos y lo hiciera en la Casa Santa Marta, mientras que los últimos diez años, Ratzinger se apartó a una vida de oración y meditación en el Monasterio Matter Ecclesiae, dentro de los jardines vaticanos. Allí prefería seguir degustando en su desayuno leche, café descafeinado, pan con mantequilla y mermelada; luego los macarrones con salmón y nada de manjares complicados para el almuerzo, mientras su cena se componía de sopas o una simple taza de leche. Benedicto sólo consumía el vino de la misa, no obstante, le gustaba un postre, apodado jocosamente por él como las vírgenes borrachas, que son una magdalena aliñada con algunas gotas de licor.

Las Memores Domini de Comunión y Liberación: Carmela, Loredana, Cristina y Rossella, junto con el Arzobispo Ganswein, eran realmente la única familia del Papa, ya que su hermano Georg y su hermana María, quien por 34 años le había ayudado como secretaria y llevando la casa, falleció soltera el 2 de noviembre de 1991.

 

La agenda de Francisco

¿Qué le queda por hacer a Francisco ahora que Benedicto no está? En primer lugar, permanecer en la cátedra petrina, pues no estaría bien renunciar pronto; en segundo lugar, culminar con las reformas que se propuso hace ya una década; en tercer lugar, cuidar la liturgia “eje y quicio de la fe y de ella depende el futuro de la Iglesia”, decía Benedicto.

En cuarto lugar, frenar la descristianización de Europa y acrecentar la fe y las vocaciones en el resto del mundo, formando y sosteniendo la conciencia de los valores y de la cultura de la vida; y, en quinto lugar, tener en cuenta la frase de un cardenal inglés del siglo XVI, Reginald Pole: “la cruz es el verdadero lugar del Vicario de Cristo”.

¿La razón? Precisamente la expresó hace algunos años Benedicto XVI al decir que “salta a la vista que hoy el cristianismo ya no es sinónimo de cultura moderna y que la forma fundamental cristiana ha dejado de ser determinante. En la actualidad vivimos una cultura positivista y agnóstica, que se muestra crecientemente intolerante al cristianismo”.

Se fue un grande, Benedicto XVI, su humildad lo llevó a contestar cuando le preguntaron ¿Qué le dirá al Todopoderoso cuando esté delante de él? “Le pediré que sea indulgente con mi insignificancia”.

Fuente: El Nuevo Siglo