¿Muestra de poder, ostentación, soledad o simple precaución sanitaria por el covid? Cualquiera de ellas o todas es el mensaje que se transmitió al mundo con los encuentros que el presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán, Olaf Scholz sostuvieron -por separado- con el ruso Vladimir Putin, en los extremos de una gigantesca mesa.
Esas imágenes donde mantuvieron extrema distancia los mandatarios durante dos reuniones sobre la tensa situación de Ucrania, las semanas anteriores y que dieron la vuelta al mundo, es el orgullo es el orgullo de una pequeña empresa familiar del norte de Italia, que reclama su paternidad.
“Una mesa es un lugar donde comemos, nos divertimos o jugamos, pero también donde decidimos guerras o firmamos armisticios. Espero que nuestra mesa traiga buena suerte y no lleve a una escalada de guerra”, sostiene en una entrevista Renato Pologna, director ejecutivo de la fábrica italiana de muebles OAK.
El mueble, lacado en blanco, decorado con hojas de oro y de seis metros de largo, ha desatado la fantasía de innumerables internautas en las redes sociales, convirtiéndolo en una mesa de ping-pong, una pista de baile sobre hielo o incluso parte del fresco de Leonardo da Vinci, “La Última Cena”.
Para esta gran mesa se utilizó madera de haya, que fue trasladada desde los Alpes, de árboles crecidos a la sombra y pan de oro italiano.
El blanco y el dorado son los dos tonos principales del Gran Palacio e incluso el emblema de su espectacular fachada neoclásica. El complejo presidencial reúne otros palacios en su interior, ocupa 25.000 metros cuadrados de superficie y consta de 700 salas.
Un inmenso conglomerado artístico y arquitectónico donde se percibe el encuentro de los estilos ruso y árabe. Su origen se remonta a principios del siglo XIX, cuando el zar Nicolás I quiso disponer de una residencia en Moscú -entonces la capital estaba en San Petersburgo- para dejar clara su presencia al pueblo.
La mesa es “una pieza única”, fue hecha a medida y entregada al Kremlin en 1995 como parte del “mayor pedido que nos han hecho”, cuenta Pologna.
¿Su precio? “Ah, fue pagada en liras, una mesa así cuesta hoy en día unos 100.000 euros (113.000 dólares)” y el pedido total era “de más de 20 millones de euros”, casi 23 millones de dólares.
Certificado de Boris Yeltsin
Sereno, con barba corta canosa, tras el escritorio de su fábrica en Cantú, cerca del lago de Como, Renato Pologna muestra como prueba una foto de la mesa reproducida en un libro sobre el Kremlin, con fecha de 1999, un certificado enmarcado firmado el 22 de noviembre de 1996 por el entonces presidente ruso Boris Yeltsin y, sobre todo, bocetos con los detalles del objeto que se ha convertido de culto.
“Estoy 100% seguro de lo que digo”, sostiene con voz baja el empresario italiano, de 63 años, al comentar las declaraciones del ebanista español jubilado, Vicente Zaragoza, quien asegura haber entregado la mesa al Kremlin “alrededor del 2005”.
“Es una mesa de madera de haya de los Alpes”, aseguró a la emisora española Cope el español de Alcácer, cerca de Valencia, quien sostiene haber reconocido su obra al verla en la televisión, sin aportar pruebas.
“Como en España dicen que hicieron una mesa idéntica a la nuestra, me imagino que puede ser una copia, pero no lo sé”, comentó Pologna, quien desea evitar toda polémica.
Esperando a George Clooney
El mueble, que se encuentra en la sala de recepciones para invitados extranjeros, es solo una pequeña parte del trabajo realizado por OAK para uno de los edificios del Kremlin. Según Pologna, amueblaron y decoraron aproximadamente 7.000 metros cuadrados de la sede del gobierno de Rusia, repartidos en dos plantas.
“En el exterior, el diseño y la alta calidad de la artesanía italiana son muy populares”, subrayó, tras explicar que su fábrica suministró muebles, pisos, maderas y acabados de mármol para los salones del Kremlin.
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El éxito de la mesa ovalada, cuya imagen se ha hecho viral, le ha dado ideas: “Con todo este fragor sería bueno volver a ponerla en producción”.
Entre los clientes de la empresa, fundada a mediados de la década de 1950 por el padre de Pologna y que cuenta con una cincuentena de empleados, figuran jeques y familias reales de varios países de Oriente Medio.
También ex dictadores, como el libio Muamar Gadafi o el iraquí Sadam Hussein, quienes admiraron la calidad de OAK.
El lago de Como, “un lugar fantástico”, es además una gran reserva de clientes, “porque muchos estadounidenses, rusos, indios y chinos han comprado hermosas residencias”, asegura Pologna. Entre ellos figura George Clooney, que pasa allí al menos un mes al año, pero que aún no ha tocado a la puerta de OAK… por ahora.
¿Solo y en una burbuja?
Aunque muy familiar para los políticos y observadores rusos, hacia el exterior ver la imagen de Putin marcando larga distancia con sus interlocutores ha sido interpretada como una muestra de la soledad del mandatario ruso.
Y aunque el Kremlin insistió en que esta es una precaución sanitaria que se adopta para cualquier invitado extranjero que haya rehusado un test de detección covid efectuado por un médico ruso, para el mundo fueron escenas inusuales en reuniones de alto nivel, como fueron los encuentros con Macron y Scholz. De allí que fueran percibidas por algunos como el síntoma de un dirigente cada vez más distante y aislado, cuyas intenciones sobre la crisis ucraniana son indescifrables.
Al ver estas fotos, “es evidente que (Putin) está cada vez más solo” estima el politólogo independiente Konstantin Kalatchev. “Esta soledad es obvia: no le importa lo que los demás piensen de él”, agrega.
Incluso el dirigente húngaro Viktor Orban, aliado europeo del mandatario ruso, que lo recibió en el Kremlin a principios de febrero, “bromeó diciendo que jamás había visto mesa tan larga”, relata este politólogo, al tiempo que agregó que “estas fotos deberían tranquilizar a todo el mundo, ya que es improbable que una persona que cuida tanto su salud desencadene la tercera guerra mundial”.
Interrogado al respecto, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo que “no hay nada terrible o extraordinario. En estos tiempos es necesario tomar medidas un poco especiales”.
De hecho, el presidente ruso está inmerso desde hace meses en una burbuja sanitaria, que parece más hermética que las que protegen a otros dirigentes del mundo. Y todo ello ocurre cuando en Rusia, Putin no ha impuesto ningún confinamiento desde el de la primavera boreal de 2020, todo ello para preservar la economía y pese a que el balance de la epidemia se acerca a los 700.000 muertos en el país, según la agencia de estadísticas Rosstat.Todo ello ha generado una avalancha de comentarios humorísticos en las redes sociales. El presidente ruso cultiva la imagen de un hombre fuerte, pero los “memes internet” que antes lo mostraban subido a lomos de un oso, han dado paso a quienes sugieren al gigante sueco IKEA que cree un modelo de larga mesa bautizado “Putin”, o quienes se imaginan la mesa del Kremlin en pista de tenis o de patinaje”. /
Fuente: El Nuevo Siglo