¿Quién es Stephen Breyer, el decano de la Suprema que se va?

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TRAS casi tres décadas en el cargo y reconocido por sus posiciones progresistas, en junio Stephen Breyer se retirará de la Corte Suprema de Estados Unidos, lo que abre paso a que por primera vez una mujer negra llegue a esa poderosa institución, según lo anticipó el presidente Joe Biden.

A sus 83 años, el juez decidió jubilarse y, según informaciones no oficiales, decidió hacerlo ahora ante meses de presión de la izquierda para que renunciara antes de las elecciones de medio mandato de noviembre en las que los demócratas corren el riesgo de perder el control del Senado, e inclusive de la Cámara de Representantes.

Breyer se había negado hasta ahora a revelar su reitero, limitándose a decir que “no tenía la intención de morir en la corte”. 

Decano el máximo tribunal judicial norteamericano, con una vibrante inteligencia y humor detrás de sus lentes, el juez Stephen Breyer ha dejado una profunda huella en la doctrina progresista estadounidense.  Y, en los últimos años ha actuado en minoría ya que aunque oficialmente hay otros dos magistrados ‘rotulados’ como liberales han asumido posiciones muy conservadoras, en línea con sus restantes seis compañeros.

Pero ello nunca le quitó a este brillante magistrado su jovialidad ni la pasión con la que defendía obstinadamente sus convicciones, especialmente en su oposición a la pena de muerte. Entre sus otras luchas más queridas están el medioambiente o el derecho al aborto. 

Conocido por su ingenio y su gran cultura, en 1994 se convirtió en el segundo juez designado para el alto tribunal por el presidente demócrata Bill Clinton, después de Ruth Bader Ginsburg, ícono feminista fallecida en 2020. 

Al igual que “RBG”, sobre argumentos cincelados, Breyer se ha consagrado como un pilar del templo del derecho estadounidense, encargado de velar por la constitucionalidad de las leyes. 

El juez siempre lleva consigo una pequeña copia de esa Constitución, con apuntes, en el bolsillo interior de su chaqueta. 

Pero otros libros nunca están lejos de este oriundo de San Francisco, autor de varios textos sobre libertades o derecho internacional. 


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Fanático de Proust

Este aficionado a la filosofía habla con fluidez francés, salpica sus discursos con referencias a Proust o Stendhal.

También le gusta citar a Cicerón -“En tiempos de guerra, las leyes callan”- para recordar que, durante la Segunda Guerra Mundial, 70.000 estadounidenses de origen japonés fueron llevados a campos de internamiento sin ningún motivo. 

Después de una prestigiosa carrera académica que lo vio obtener diplomas en la Universidad de Stanford, la facultad británica de Oxford y la Facultad de Derecho de Harvard, Breyer comenzó su carrera en 1964 como asistente del juez de la Corte Suprema Arthur Goldberg. 

Durante un tiempo se especializó en la lucha contra los fideicomisos. Fue también asesor del fiscal en el escándalo Watergate. 

Breyer está casado con una psicóloga de la aristocracia británica, con la que tuvo tres hijos, y enseñó en Harvard hasta 1980. Luego permaneció en Nueva Inglaterra, designado por el presidente Jimmy Carter para la corte de Boston, que acabaría dirigiendo.

 

“Pollo a la reina”

Poseedor de una gran capacidad de trabajo, hombre de consenso, Breyer probablemente habría obtenido antes su nombramiento en el Tribunal Supremo si no hubiera visto empañada su imagen por las revelaciones que lo señalaban de no pagar los fondos de pensiones de una persona que trabajaba en su casa. 

Este asunto retrasó su llegada al alto tribunal, cuya independencia defendió luego con obstinación, a pesar de las críticas recurrentes que lo convertían en un órgano politizado. Una desconfianza que sostienen analistas políticos aumentó bajo el mandato de Donald Trump.

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El expresidente republicano nombró a tres magistrados conservadores para la Corte, procesos controvertidos que Breyer siempre se ha abstenido de criticar públicamente.

En una entrevista con la AFP en 2016, el jurista se negó a hacer el bosquejo del candidato ideal. “No puedo sugerirle al presidente a quién debe nombrar. No es mi trabajo (…) Sería como pedirle la receta del pollo a la reina… ¡al pollo!”, bromeó.


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Posibles candidatos

La Constitución de Estados Unidos establece que los nueve jueces del Tribunal sean nombrados de por vida por el presidente y confirmados por la cámara alta del Congreso. 

Y el afán demócrata por la salida de Breyer es para evitar que los republicanos puedan bloquear un candidato elegido por Biden si recuperan la mayoría en el Senado (en las elecciones de noviembre) como hicieron en 2018 cuando Barack Obama intentó cubrir un puesto vacante por el fallecimiento de un magistrado.

Una vez los medios de comunicación informaron que el decano magistrado dejaría la Corte Suprema, el presidente Biden informó que nominaría a ese cargo a una afroamericana y que revelaría su nombre a finales de febrero. Con ello, además de cumplir una promesa de campaña buscará recuperar parte de la popularidad perdida entre los votantes afroestadounidenses.

“La persona que nombraré tendrá cualificaciones, una personalidad, una experiencia y una integridad extraordinarias. Y será la primera mujer negra designada para la Corte Suprema”, dijo el presidente estadounidense, quien lo había prometido durante la campaña electoral. “Era más que hora”.

El primer magistrado negro Thurgood Marshall fue nombrado en la institución en 1967 y actualmente cuenta con un afroestadounidense, Clarence Thomas, que es conservador.

Y aunque la sustitución del juez Breyer no cambie el equilibrio en la Corte, el anuncio de su probable partida generó revuelo en Washington y agitó el sonajero de nombres para sucederlo. 

Una de las que suena con fuerza es la magistrada Ketanji Brown Jackson, de 51 años, de la corte federal de apelaciones de Washington, graduada con honores de la prestigiosa Universidad de Harvard.  

Ante senadores, en abril, juró apartar sus “opiniones personales y toda consideración inapropiada”, incluyendo su color de piel, en su examen de los archivos. Pero, “puede que tenga una experiencia de vida diferente a la de mis colegas”, confesó. 

El nombre de Leondra Kruger, de 45 años y jueza de la Corte Suprema de California, circula igualmente con insistencia. Hija de un inmigrante jamaiquino, trabajó para la administración de Obama. 

También se habla de Michelle Childs, de 55 años, juez federal en Carolina del Sur. 

 

Batalla política

La Corte Suprema desempeña un papel importante en Estados Unidos al ejercer de árbitro, mediante la jurisprudencia, en muchos debates sociales importantes. De allí que los nombramientos de sus integrantes se convirtió, desde hace décadas, en una batalla política.

Como se reseñó anteriormente, Trump hizo entrar a tres jueces, de un total de nueve, lo que ancló firmemente a la institución en el conservadurismo. Su influencia se ha notado desde septiembre, con un fuerte giro a la derecha. 

El templo de la ley ha invalidado la vacunación obligatoria en las grandes empresas decretada por Biden y parece encaminado a reconsiderar el derecho al aborto, ampliar el derecho a llevar armas o desmantelar algunos reglamentos medioambientales.

El senador republicano Lindsey Graham ha insinuado que ningún miembro de su partido apoyará a la candidata de Biden, mientras que su colega demócrata Dick Durbin espera que el próximo juez “aporte diversidad, experiencia y un enfoque equilibrado de la justicia” a la Corte.

En la sociedad civil, la asociación de defensa de derechos civiles (ACLU) saludó a un magistrado que “siempre ha prestado atención a las implicaciones de las decisiones de la Corte para la gente común”.

Hay que tener en cuenta que los tiempos en que los jueces de la Corte Suprema eran una elección por consenso quedaron atrás. Stephen Breyer fue confirmado por 87 votos contra 9 por el Senado en 1994, algo impensable hoy en día en medio de fuertes divisiones entre los partidos./

Fuente: El Nuevo Siglo