Perspectivas. Bombero apagó incendio más grande de Suramérica

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El fuego que emana de algún punto de los Cerros Orientales se ve a la distancia. La prominente humarada se alza como un edificio de diez pisos del que llueve ceniza y los transeúntes, por físico instinto, caminan en la dirección contraria. Pero no Edwin Quiroga, uno de los miembros del Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá, quien siempre se ha sentido atraído por la necesidad de apagar incendios.

“Mi especialidad son los incendios forestales. Todas las personas sentimos miedo frente a ciertas situaciones pero lo que nos diferencia es la forma en la que reaccionamos frente a las mismas. Es normal sentir miedo ante un incendio, pero mi reacción inmediata es la necesidad de combatirlo. Siendo honesto, los incendios grandes y amenazantes para la integridad física de un bombero, son los que más nos emocionan y camino al incendio se hacen muchas reflexiones, aplaudimos, nos abrazamos… Es peligroso”, explica este hombre que lleva 11 años “apagando incendios”.  

El Cuerpo está constituido por alrededor de 650 bomberos que tienen la responsabilidad legal de gestionar incendios, de adelantar rescates en todas sus modalidades y de atender incidentes con materiales peligrosos. En esa línea de trabajo “los bomberos vemos cosas muy fuertes y muy tristes”, y hay algunos que prefieren ciertos tipos de emergencia. Edwin ha hecho rescates, miles de rescates de personas atrapadas en estructuras colapsadas, otros de personas con tendencias suicidas, pero sin duda lo suyo es apagar incendios. Y no solo en Bogotá.

Chile, una tormenta de fuego

Como todas las cosas y sucesos del universo están hilvanados secretamente, de manera tal que si usted arranca una brizna de hierba se puede estremecer una estrella, como dijo el escritor cubano José Lezama Lima, en el verano del 2017 un chileno descuidado tal vez prendió una fogata o apagó mal un cigarrillo, y eso hizo que Edwin viviera una de las experiencias más enriquecedoras de su vida profesional como bombero.

Hubo muchas versiones, aunque ninguna oficial, de cómo comenzó la que posteriormente sería denominada “tormenta de fuego” y que terminó convirtiéndose en un episodio de carácter mundial. Colombia mandó a 30 hombres y Edwin fue uno de ellos.

“Ese incendio fue violento. Fuimos brigadas de muchos países, en el marco de cooperación que existe entre gobiernos. Esa yo creo que fue la experiencia más importante de mi carrera; la experiencia más grande que me dio el hecho de haber estado en el Cuerpo de Bomberos de Bogotá. Fue tremendo. Ha sido el incendio forestal más grave que se ha presentado en la historia de Suramérica y nosotros trabajamos muy en llave con la brigada francesa. Fue muchísimo aprendizaje”, agrega.


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Dicho evento cambió la escala global de medición de incendios. Hasta que buena parte del centro de Chile se consumió como papel, la forma de medir el grado de los incendios llegaba hasta la llamada “quinta generación”, el tipo más destructivo conocido. La “tormenta de fuego” fue la primera que se denominó de “sexta generación”, en términos de intensidad de la línea de fuego y la velocidad de propagación. Y Edwin, quien comenzó su trabajo como bombero a los 26 años, ayudó a apagarla.

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Segunda generación de bomberos

Toda esta carrera al servicio de cosas más grandes fue algo que Edwin supo que quería hacer desde que era muy niño, pues su papá hizo parte del Cuerpo Oficial de Bomberos también de Bogotá durante tres décadas. ¿Lo más curioso? Él no quería que su hijo siguiera sus pasos.

“Mi papá fue bombero oficial de Bogotá por casi 30 años y mi afición cuando era niño era jugar con él en la estación. La cosa es que mi mamá me dejara. Él me llevaba de vez en cuando (en esa época eso estaba permitido; ya no) y yo jugaba bajándome por el tubo, en los camiones… A mí me encantaba verlos salir a sus emergencias y siempre me sentí muy orgulloso cuando decía que mi papá era bombero”.

De su papá hay mucho que decir pero Edwin lamenta que no fuera tan comunicativo, pues “tiene guardadas miles de historias que contar”. A él le tocó hacer labores de extinción de incendios en la época de las bombas y los atentados “y en ocasiones contaba anécdotas muy pesadas sobre lo que veía en su día a día, pero trataba de no llevarlo todo a la casa”.

Habiendo terminado el colegio a muy corta edad, Edwin obtuvo un cupo en la Universidad Distrital, en donde estudio licenciatura en Biología, pero siempre con el deseo de presentarse a las convocatorias de la fuerza. No obstante su papá, tratando de que desistiera de su decisión, le hizo un trato: “Gradúese de la Universidad y pues ahí mira a ver qué hace”.

“Yo creo que él esperaba que cambiara de opinión pero no. El mismo año que recibí mi título, ese mismo año me presenté a una convocatoria muy competida (se presentaron más de mil personas y entramos apenas 45) y quedé seleccionado. Hoy mi papá es feliz sabiendo que yo soy bombero, compartimos mucho sobre mi día de trabajo y él recuerda sus épocas, pero al principio no fue fácil”.

En todo caso, su padre le insistió en que siguiera estudiando, lo hizo, y todo lo que ha hecho ha dado frutos: desde que atendió su primera emergencia, que fue la de apaciguar el incendio en una fábrica de zapatos hace 11 años, ha hecho rescates, ha salvado vidas, ha evitado que gente se la quite, hizo una maestría en Ciencias Ambientales, estudió en México los incendios forestales, hace cinco años dicta clases de manera simultánea a sus labores como bombero y fue condecorado con la Cruz de San Miguel, la mayor condecoración para un bombero en Colombia, por haber participado de un proyecto sobre la caracterización de los cuerpos de bomberos del país.

Pero, mirando en retrospectiva, hay heridas que permanecen. Estar siempre tan cerca de la tragedia implica un gasto emocional, una marca indeleble y uno que otro recuerdo que se mantendrá siempre fresco en la memoria.

“Es mucho lo que uno ve, pero hubo una situación que me dejó muy afectado: atendí un accidente de tránsito en donde un conductor arrolló a dos niñas pequeñas. Una de ellas murió en el lugar de los hechos y la otra fue trasladada a un hospital. Yo la vi muy mal y nunca quise preguntar qué fue de ella. Pero lo que me afectó fue la mamá cuando llegó: comenzó a abrazarme gritando que era culpa de ella porque las había mandado a la calle a esa hora, que ella las había matado”, relató.

Fuente: El Nuevo Siglo